Capítulo 7:La cruda realidad( parte II)

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No pude pegar ojo en toda la noche, por lo que me había dicho, sobretodo después de lo que habíamos hecho. Cansada de llorar y sin poder dormir, me prometí  a mi misma que esta sería la última vez que lloraría por él.

Sonó el despertador, su despertador. No se había ni molestado a quitarlo, aún no me podía quitar de la cabeza como después de todo lo que habíamos pasado, fuera finalmente a trabajar allí. Consideré todo la noche la posibilidad de negarme y quedarme en la habitación y que el muy idiota viniera a buscarme, pero no iba a darle esa satisfacción.

También estaba que me había dicho que no podría salir sin él y ahora era  como que eso no le importaba en lo absoluto. Frustrada y cabreada, me puse unos pantalones vaqueros, camisa blanca y me salí por la puerta de mi habitación.

 Nada más abrirla me encontré con Miriam, con su uniforme de árabe que odiaba con todo mi ser, mientras ella me sonreía como feliz de verme de nuevo. Aún recuerdo el día que la vi, fue la primera vez que estuve aquí, de eso había pasado ya un mes y medio, y las cosas eran muy diferentes.

─Anabel, me alegro que al final te vayas a unir a nosotras─ su sonrisa ahora parecía algo más falsa.

─Si supongo…es lo que tengo que hacer, ¿no?─ por lo menos seguía teniendo mis clases de diseñadora.

─Si….como todas─ me daba la impresión que no estaba contenta, había algo que no me gustaba de ella─ esto es muy fácil, querida. Cada una de nosotras como ya sabrás─ empezó a decir, mientras caminábamos hacía los pisos de arriba que era donde ellas trabajaban─ tendrás tu propia cabina. Les darás masajes, escucharás sus problemas y harás que se sientan cómodos. El dinero va a un tubo, después de cada sesión lo introduces por él y baja directamente a nuestros contables. Lo que pase más allá de los masajes es cosa tuya─ si por mí fuera ni masajes daría, así que, no pensaba hacer nada más.

─Este será tu cuarto, Bel─ me quede asombrada mirando era enorme. Una camilla blanca en el medio, armarios con cremas, aceites, una gran ventana con rejas de madera. Kai tenía razón aquella vez, desde aquí se veía donde habíamos cenado aquella vez que me había castigado─ Bel… ¿me estás escuchando?

─Eh… ah sí, perdona Miriam. Me las arreglaré, tranquila. Gracias.

─Bueno… yo me voy, entonces. Cualquier cosa, el mío está enfrente del tuyo, hoy tienes a dos clientes. Recuerda dales masajes y escucha, que te diviertas Bel.

Lo que dije antes, no me fiaba de ella en absoluto, pero tampoco iba a ir a buscar a Kai como una niña asustada, ese imbécil. Cada vez estaba más y más furiosa con él, además este fin de semana me tenía que poner al día con lo de clase, no me esperaba un buen final de semana. Suspiré y respire para relajarme un rato y me dispuse a buscar a mi primer cliente en recepción.

El señor Néisico, era ya alguien entrado en años, que había vivido numerosas guerras y que tenía el cuerpo de cicatrices. Un hombre de origen japonés, que se notaba que iba allí para que escucharan las numerosas historias que tenía para contar y que había perdido a su mujer hace unos años. La hora se me hizo corta con él y descubrí que esto de los masajes, no se me daba tan mal, después de todo.

Se nos permitían hacer pausas entre cliente y cliente, así que, decidí ir al descansillo que me había dicho Miriam haber si podía tomarme un café. Era algo que durante este tiempo había echado de menos y era más por eso que por necesidad. Esta planta era igual de enorme que todas las de este maldito edificio y sin la ayuda de Miriam, no podía encontrar el sitio y acabe perdiéndome por los interminables pasillos.

No sé cómo, pero llegué a una ventana de grandes dimensiones, como de una época antigua en color dorado, hermosísima cuyas vistas y al girarme había una puerta exactamente igual a aquella ventana, con él mismo relieve y en el mismo color.

♥Secuestrada por Amor♥Donde viven las historias. Descúbrelo ahora