Es el suave roce de tu mejilla,
mientras te despides,
el ángulo exacto donde puedo mirar
tu oscuro y provocativo lunar,
ídolo de la pureza y del pecado,
símbolo inequívoco de la sensualidad.
Caminas hacia la puerta
y yo balbuceo un par de palabras,
pero mi atención está
en ese tibio rincón de tu cuello,
a donde mis labios no llegaron hoy
por un cálculo mal hecho.
Y tu piel perfumada...
Todas esas moléculas
que se desprenden de ti,
van dejando una huella invisible,
pero clara de tu camino.
Son, en conjunto, como una capa evaporada
que flota sobre cada relieve de tu cuerpo,
un aura que te distingue de los demás,
sin que ningún ojo sepa exactamente por qué.
El día ni siquiera ha amanecido,
no verás la luz del sol por hoy, mi amor,
pero yo la guardaré para ti.
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Las cartas que nunca te entregué
PoetryOlvidadas en algún rincón de aquel viejo baúl, yacen muertas y despreciadas las cartas que alguna vez te dediqué; las miles de horas gastadas en desvelos y en fantasías anhelando que escucharas de mi voz lo que mi corazón te gritaba en su palpitar...