Y de vez en cuando vuelves,
quieres cerciorarte de que sigo aquí.
Y así es.
Como un haz de luz
que sólo es visible en una atmósfera viciada,
te destacas cuando te acercas a la bruma que me envuelve.
Creí que el olvido habría abierto una brecha entre nosotros,
pero no lo hizo.
No me has olvidado.
Sólo decidiste no ser parte de mi entorno.
Hiciste bien.
Quizá hoy el daño fuera grave.
Te salvaste.
Y de alguna manera
me salvaste a mí de la culpa.
Y eso es algo para lo cual no tengo modo de agradecer.
No sé cuánto tiempo te quedarás.
Unas veces eres efímero;
otras veces eterno.
Quizá si cierro las ventanas desaparezcas...
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Las cartas que nunca te entregué
PoesíaOlvidadas en algún rincón de aquel viejo baúl, yacen muertas y despreciadas las cartas que alguna vez te dediqué; las miles de horas gastadas en desvelos y en fantasías anhelando que escucharas de mi voz lo que mi corazón te gritaba en su palpitar...