Ariane caminó tranquilamente hacia casa. Se paseó un poco por la ciudad. Necesitaba reflexionar un poco. Había empezado a replantearse el cambiarse de ciudad. La policía le seguía la pista y además, empezaban a quedarle pocos sitios en los que robar.
Al llegar a casa, lo primero que hizo fue subir a la planta de arriba. Miró el despertador, todavía destrozado. Le entró un poco la risa, pero luego se dio cuenta de que tendría que recoger todas las benditas piezas del reloj, incluyendo aquellos muelles diminutos que se colaban en cada rincón posible.
-Vaya... ¿Qué es esto?
Ariane se agachó a recoger una de las piezas del reloj. Aparentemente, era como las demás. Pero no. En realidad, un experto en metales podría haberlo adivinado fácilmente. Una pieza muy parecida a otras. Era dorada. Ariane se dio cuenta de que era oro. Probablemente algún novato despistado había metido lo que no era en el sistema de funcionamiento del reloj.
-No importa. Me la quedo.
Su gato se acercó en ese momento por detrás de ella. No paraba de quejarse.
-¿Qué quieres? Ahora no tengo tiempo para jugar. -Protestó Ariane, fastidiada.
Se fue a la cocina. Abrió el congelador y sacó un bote de helado.
-Creo que todavía queda un poco.
Cogió una cuchara del cajón más cercano y se fue al salón para ver la tele y comer helado hasta que se cansara. El gato la seguía molestamente. No se había callado en todo el rato. Y parecía que tenía ganas de seguir molestando.
-¿Qué te pasa? -Lo reprendió Ariane.- ¿Estás en celo, o algo?
-Miauuu... -Se quejó Pelusa lastimeramente.
El gato le apoyó la pata encima. Ariane advirtió que estaba sorprendentemente caliente y húmeda. Levantó al gato, sorprendida y algo extrañada. Le revisó la pata cuidadosamente. En seguida vio el problema. Pelusa se había cortado con una de las piezas del reloj, muy probablemente. A Ariane le pareció ver que todavía tenía alguna pieza clavada.
-Vaya... Pinta mal. Espero que no haya que amputarte la pata. Iremos a ver al veterinario, ¿vale? Ojalá supiera sacarte yo misma eso, pero la verdad es que lo que no puede ser no puede ser.
Ariane metió a pelusa dentro de una cesta de transporte de animales y salió precipitadamente hacia la consulta veterinaria más cercana. A mitad de camino vio a Logan otra vez. Ariane resopló notablemente. Ya era demasiado en un día.
-¿No tienes nada mejor que hacer que perseguirme? -Dijo Ariane sin poder contenerse.
-¿Qué? -Preguntó él, extrañado.- No te persigo. Simplemente estaba dando una vuelta.
-Ya... Bueno, oye, ya que estamos, te quería pedir un favorcillo de nada... ¿Me puedes acompañar a llevar a mi gato al veterinario?
-¿Qué le ha pasado?
-Esta mañana al levantarme de la cama he tirado el reloj al suelo y mientras estaba fuera Pelusa debió de cortarse con una de las piezas del reloj roto.
-¿Lo rompiste por accidente?
-No, fue a propósito. Era el despertador. Cuando sonó le di un manotazo y me lo cargué. -Contestó Ariane sonrojándose.
Logan empezó a reírse. A Ariane le pareció que aquella risa era completamente inocente y dulce. Miró la expresión de Logan atentamente. Le pareció que estaba bastante adorable y que no había visto nada más bonito en su vida.
-¿Qué estás mirando? -Le preguntó él, divertido.
-¿Yo? -Preguntó Ariane, dándose cuenta de su error estúpido.- Nada. No estaba mirando nada. Y ahora, ¿me acompañas al veterinario o no? Si la respuesta es no me piro porque si el corte está muy infectado tendrán que amputarle la pata. Y este gato es muy joven para vivir sus próximos años de vida con este lastre.
-Sí. No te aflijas. Te acompaño.
Ariane no habló casi nada durante el viaje, apenas darle a su interlocutor las lacónicas respuestas a sus preguntas. Le preocupaba mucho su gato, y además no quería darse mucho a entender. Logan se había ofrecido a llevarla en su coche.
-Ya hemos llegado. -Dijo él descendiendo del vehículo.
-Corre.
Ariane pasó corriendo a su lado sin darle las gracias. Logan decidió perdonarla por aquello. Él también estaría preocupado si a su perro le pasara algo grave.
Ariane atravesó un pequeño hall hasta que llegó al lugar donde la recepcionista esperaba detrás del mostrador. Era una mujer no muy mayor. Tenía el pelo recogido en una coleta y llevaba puestas unas gafas de color rojo que le hacían aparentar una bibliotecaria de las que salen en las películas.
La pelirroja se acercó a ella con urgencia, para preguntarle si podían atender a su gato. La recepcionista le contestó con la mayor calma que pudo que el veterinario estaba ocupado con otro animal en aquellos momentos.
-¡Esto podía ser un caso de vida o muerte!
-¡Señorita, cálmese! ¡Ya le he dicho que el veterinario está ocupado!
-¡Pero seguro que solamente está atendiendo a un perro bobo que le duele una oreja!
Logan oyó unos gritos sordos desde fuera. Supuso que era Ariane discutiendo. Aquella chica tenía mucho carisma. Parecía que no le importase nada lo que le pudiera pasar. Era algo impulsiva, pero en su opinión era bastante agradable.
Se decidió a entrar. Los gritos estaban subiendo de volumen. Al mirar dentro de la sala, vio algo que lo dejó completamente desconcertado. Ariane estaba a punto de agredir a la recepcionista, y varias personas estaban mirando el espectáculo medio asustadas medio divertidas.
-Ariane... -Empezó Logan intentando calmar los ánimos.
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¡Feliz Navidad a todo el mundo! Es lo único que puedo decir por el momento...
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Persecución [Pausada]
RomanceAriane es una chica que podríamos ver como una más. Veintitrés años, pelirroja, ojos verdes, una sonrisa dulce, trabajando en la librería de la esquina. Pero lleva una doble vida. El otro lado de su personalidad: es una ladrona profesional. Después...