Ariane se marchó por la calle a la carrera. Le había molestado bastante chocarse con aquel chico. Además, se había dado cuenta de que él pertenecía a la policía, y aquello no le había hecho ninguna gracia, incluso le había entrado el pánico. Sabía que le seguían la pista, aunque ella sabía ocultar muy bien su rastro, lo suficiente como para que no pudieran encontrarla.
Una vez se hubo alejado de aquel sitio donde se había caído, pasó por su casa y se quitó el uniforme de la librería para sustituiro por unos vaqueros rotos, una camiseta sencilla y un gorro bastante grande con una visera baja para evitar que la reconocieran de un simple vistazo, la manera en la que la gente solía fijarse en ella.
Salió de casa y pasó por el museo de arte, al que tenía tantas ganas de ir, pero no precisamente para contemplar los cuadros. Pasó por delante de uno que le llamó bastante la atención. Era un cuadro de Van Gogh. Probablemente valorado en millones. Sonrió. Pasó la mano delicadamente por el marco del cuadro, impregnándolo de un líquido fosforescente visible solo de noche.
Ariane miró al techo. Había una pequeña ventana, suficiente para que ella pudiera colarse con ayuda de una cuerda por ahí. Después de la pequeña inspección se marchó a casa. Al contrario de lo que pueda parecer, Ariane vivía en una casa no demasiado lujosa, al menos comparado con lo que podría gastarse con lo que robaba. Su trabajo era solo una tapadera para que la gente no sospechara.
Hacía tiempo que Ariane se preguntaba si hubiera podido tener una familia. Era una pregunta que se formulaba a menudo, desde que era una niña pequeña. Porque sus padres murieron en un accidente cuando ella tenía apenas ocho años. Desde entonces, había estado vagando por varios sitios, con varias familias de acogida, de las que siempre terminaba escapando.
Al principio, había empezado con los robos cuando no le quedaba más remedio. Y desgraciadamente, había descubierto que se le daban bastante bien. Poco a poco, había terminado convirtiéndose en experta, sabiendo lo que había que hacer en cada momento. No es que necesitara robar más, pero era por llamarlo así, una parte de su vida, algo que se había convertido en un acto cotidiano.
Una vez en casa, empezó a preparar unas cuerdas, y sacó un aparato que hacía tiempo había diseñado ella misma para que expulsara humo. Mientras tanto, tenía que esperar a que cayera la noche y el museo estuviera cerrado, debido a que todavía era por la mañana.
Decidió salir a dar una vuelta. No había mucho que hacer. Tampoco tenía ningún amigo, pero no se había esforzado en hacerlos, porque sabía que sería una mala influencia para ellos. Pasó por delante de una cafetería y decidió detenerse unos momentos.
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-Entonces, ¿no vio demasiado a la ladrona? -Preguntó Logan por enésima vez.
-No, ya le he dicho que no. -El dueño de la joyería suspiró. Se estaba esforzando por ser amable, pero aquel joven le estaba poniendo de los nervios, y no porque le hiciera preguntas incómodas, sino porque le estaba preguntando todo el rato lo mismo.
-De acuerdo, gracias por su tiempo.
Logan salió desanimado de la joyería. Se había pasado por todas las joyerías en las que se habían producido los robos, pero no había ninguna pista, y nadie parecía haber visto a la ladrona.
Recordó otra vez a la chica con la que se había chocado. Era bastante guapa. Lo que le sorprendía era que ella le hubiera rechazado, porque en general, con aquellos ojos azules, ninguna chica solía decirle que no, aunque no le conocieran de nada. Pero ella le había mirado incluso con recelo. Y sospechaba que se había ido corriendo por otra razón más que porque llegara tarde.
Suspiró y se pasó una mano por el cabello negro. Decidió volver a la comisaría, para ver la opinión del inspector Paxton.
-Supongo que solo soy un novato. -Se dijo a sí mismo.
Una vez en la comisaría, varios policías le miraron mal. Estaba claro que no sentían absoluta simpatía por él, Logan supuso que era porque les estaba haciendo la competencia, con su juventud, pronto le elegirían para más cosas que a ellos, y les quitaría el trabajo. Logan apartó aquellos pensamientos de su mente, y llamó a la puerta del inspector.
-¿Qué hay, muchacho? ¿Has descubierto algo? -Le saludó Paxton.
-No, la verdad es que no. -Suspiró él.- Es más difícil de lo que pensaba, es como si la ladrona estuviera hecha de humo, nadie la recuerda apenas, ni siquiera un rasgo mínimamente notable.
-La verdad es que te he dado un caso no demasiado fácil. ¿Qué tal si te lo cambio? -Le sugirió el inspector.
-No, no se preocupe, me las apaño, tengo que resolverlo. -Rebatió Logan.
-Ah, qué persistente, me recuerdas a mí cuando tenía tu edad. -Sonrió Paxton.- ¿Seguro que no quieres que cambie tu caso?
-No, yo me encargo. Tengo que hacerlo. -Insistió Logan.
-Como quieras. Sigue investigando a ver qué puedes hacer. Estoy seguro de que descubrirás algo si insistes.
Logan se arrastró penosamente hacia su despacho. Le molestaba sumamente no haber descubierto absolutamente nada. Tampoco había mucho que investigar, porque la ladrona se había encargado de llevar guante, y no había marcas de huellas dactilares en ninguna vitrina. Y también había sabido guardar bien su identidad.
Permaneció unos minutos mirando al techo sin saber muy bien qué hacer, cuando el inspector irrumpió con todas sus fuerzas en su despacho.
-¡Muchacho! ¡Sígueme! -Le gritó.- ¡No te quedes ahí pasmado! ¡Se ha producido un robo en el museo de arte!
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¡Hola! Bueno, aquí está el capítulo, espero que os guste, ¡y que paséis bien la semana!
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Persecución [Pausada]
RomansAriane es una chica que podríamos ver como una más. Veintitrés años, pelirroja, ojos verdes, una sonrisa dulce, trabajando en la librería de la esquina. Pero lleva una doble vida. El otro lado de su personalidad: es una ladrona profesional. Después...