Cap 8. Quiero ver esa sonrisa de nuevo

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'Te prometo que nuestra amistad será para siempre... eso nos dijimos un día Emy y ver cómo ha cambiado todo, por mi culpa' decía mientras miraba a las gaviotas volar entre las nubes '¿Qué me espera cuando pise de nuevo América? ¿Qué debería hacer para que confíes en mí? Dios, ¿Cuánto debo sufrir para pagar lo que hice? Sólo me queda... esperar... esperar que el tiempo decida qué hacer con mi vida'

Ya en tierra firme, se sintió en casa, cómodo, muy alegre por estar en la cuidad donde vivió por muchos años, cuidad donde vivía la mujer que amaba.

Sin duda alguna quiso ir al parque. Aquel lugar tan mágico, tan especial para él, lugar donde conoció al amor de su vida.

Al llegar al parque, piso la acera y al hacerlo sintió una calidez en su interior. Su mirada empezó a dirigirse a esa primera silla, esa silla de encuentro con Emy. Se llevó una gran sorpresa al ver aquella mujer que desordenaba sus sentidos, aquella mujer de ojos café que le producía insomnio. Allí estaba Emy, sentada en aquella silla, leyendo su libro. No lo creía '¿Estaré viendo un espejismo?'. Emy se para de la silla y se va.

'Emy, Dios que hermosa está. Ay Emy como quisiera hablarte, acercarme a ti de nuevo... ¿Tendrás a alguien a tu lado?' pensó mientras caminaba por el parque.

'¿Cómo estará mi "apartamento"?' Era un imposible que ese lugar después de cuatro años, siguiera desocupado, pero la duda rondaba en su mente, así que decidió ir a verlo. Se sentía un poco extraño, contemplaba cada rincón que recorría sintiéndose muy irónico, '¿Quién diría que recorrería mi camino a casa, con este cuerpo diferente al mío?'

Estaba parado justo al frente de su casa, la reparaba, recordaba como era antes. Se llevó una gran sorpresa que después de cuatro años siguiera intacta, tal como la recordaba. Dudo en cruzar la calle, pero se decidió por avanzar hasta que llego a la entrada. Se estremeció al oír una voz que él conocía perfectamente

_ ¿Disculpe Señor, puedo ayudarlo en algo? –Dijo Emy detrás de él-

Su corazón latía con fuerza, aquella voz provocaba en él una reacción que hacía que todo su cuerpo temblara, no le salían palabras, no podía controlar sus movimientos, quiso abrazarla, besarla, decirle, gritarle, hacerle entender que él era Andrés y que la amaba como a nadie, pero tomo valor y antes de hacer alguna estupidez se calmó y se giró para verla.

_ Eh... sí. Señorita ¿quisiera saber si en este apartamento vive alguien? –su mirada se encontró con la de ella, sus ojos color café le fascinaban. En ese momento su corazón latía con más fuerza, la tenía frente a frente, no lo podía creer que estaba contemplando de nuevo su hermosura. Era la misma, no había cambiado en nada, sólo un detalle, estaba más madura, más vivida, pero aun así, el tiempo nunca cambia una mirada y la de Emy era la misma, profunda, humilde, sensual.

_ No, nadie vive en ella. En este momento está vacía, para ser más exacta hace cuatro años nadie vive en ella.

_ ¿Cuatro años? Pero está bien cuidada. ¿Por qué nadie la habita, tiene algún problema la casa?

_No tiene ningún problema. La gente que viene a preguntar por ella y a verla al final no deciden en quedarse por el motivo de que su anterior dueño murió y piensan que debe estar asustando y por eso prefieren buscar otra casa.

_ ¿Fantasmas? No creo en eso. Estoy interesado en ella. ¿Con quién puedo hablar, la familia del dueño o un encargado?

_ Yo soy la encargada. Bien por usted que no crea en fantasmas.

_ Bien ¿Y entonces? ¿Puedo verla?

_ Claro, entremos... -dijo Emy, había algo en él que le inspiraba confianza-

El tiempo entre nosotrosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora