[Destacada de Paranormal en 2017.]
En donde a un lado de la chimenea se encuentra un tarro, sobre una mesa olvidada donde sólo se ponía el florero lleno de flores marchitas por el descuido.
Dentro del tarro, un fantasma atrapado se sentía olvidado.
...
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¿Por qué ahora la madre de Rogelio podía verlo? Eso era algo que se preguntaban tanto el niño como el fantasma.
Rogelio no podía hacer más que preocuparse, pues su mamá de verdad que se veía asustada de ver a su amigo, pero... se veía asustada de manera... anormal. Era comprensible que se asustara, pero había algo más en sus ojos que sólo eso. El niño mismo se había asustado a primera instancia, y su segunda reacción fue de curiosidad. En el caso de su madre, la segunda reacción era otra.
Con las manos sobre su boca, sofocando sus exhalaciones exageradas, ella temblaba. Roy se puso de pie y dejó al fantasma flotando en su lugar tras de sí, para acercarse a su madre. Tomó sus manos y las bajó para acariciarlas, buscando su mirada para tranquilizarla. Ella no podía despegar la mirada del otro ser flotante, pero lo hizo, aunque vacilante. Por fin la mirada de su hijo calmó su espíritu y parpadeó varias veces viéndolo.
—Ese no es el p-pro... —se detuvo y suspiró, tomando aire para tranquilizarse—. Ese no es el problema... ll-llamaré a Jorge.
Dicho y hecho, la mujer se apresuró a donde el teléfono, marcó y explicó a su esposo. Rogelio, su madre, y el fantasma, volvieron a sentarse enfrente de la chimenea, en silencio total; el tercero con la atención total y mirada penetrante de la segunda. Tiempo después el padre llegó, para alivio de los tres..
—¿Nadia? ¿Qué sucede? No pude entenderte, yo... ¿Qué decías?
El fantasma miró a la mujer, de la que ahora sabía el nombre. El único nombre que sabía de los tres miembros de la familia era el de Rogelio, pero los de sus padres no los sabía porque el niño nunca los llamaba por su nombre, y entre ellos se decían "cielo", o "amor". Ahora le agradaba poder darle un nombre por el cual llamar a la mujer. Pero él... él seguía sin saber su nombre.
—Jorge... —dijo Nadia poniéndose en pie al verlo, acercándose a la puerta con su esposo rápidamente, para acariciar sus antebrazos y tranquilizarlo; venía muy preocupado por la preocupación misma que había escuchado en las palabras habladas por Nadia al teléfono. Luego ella suspiró—. Velo por ti mismo.
Jorge siguió la mirada de su mujer a donde estaba su hijo, y él tomó al fantasma entre sus manos, para dejarlo al alcance de su mirada. Frunció el ceño.
—¿Qué me estás mostrando, hijo?
Nadia frunció el ceño y vio al fantasma. Seguía estando ahí. ¿No lo veía su esposo? ¿Por qué?