Capítulo 22: Gray

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Estoy muerta. Estamos muertos. No puedo creer que bajé la guardia así.

Jess está gimiendo como si estuviera dolorida y se frota los ojos mientras yo regreso a Bessie que está estacionado fuera de la pista de empleados.

—No creo que fue tan grave como lo estás diciendo. Tu hermana no podría haberse imaginado nada. Creo que salió bastante bien si no te fijas en la parte donde Michelle casi sopla todo el asunto encubierto por mí —él ríe.

—Eso no es tan gracioso. ¿Qué hay sobre la parte donde mi no-novio Corey iba de la mano con tu no-novia Michelle? Eso fue difícil de pasar por alto. Peor, me pregunto cuánto tiempo Kika estaba viéndome patinar así... toda envuelta acurrucada y feliz en tus brazos.

—¿Lo estabas? ¿Feliz? —mi garganta se contrae al arrepentirme de preguntar eso.

Trato de encontrar su mirada pero sólo puedo capturar su reflejo oscuro en la ventana polarizada de pasajeros. No hay suficiente luz como para leer lo que está pensando.

—¿Por qué? —pregunta. Su tono ha tomado un acento escéptico—. Te pagaré incluso si no soy feliz, ya sabes. Mi felicidad nunca fue puesta en el contrato, ¿de acuerdo? ¿A dónde me estás llevando? Todavía tenemos dos horas antes de mi toque de queda. Es malo estar en casa antes que mi hermana pequeña.

—Necesito curitas —levanto mis dedos.

Ella jadea.

—¿Tienes ampollas como esas en las dos manos?

—Sí. Aquellos ganchos de amarre del último lote de mariquitas no se habrían enganchado sin un poco de fuerza bruta mezclada con piel.

—¿Por qué no me lo dijiste? Yo sólo pensé que tenías realmente manos ásperas de hombre. Estaba tan oscuro en la pista que no pensé... he estado sosteniendo tus manos todas las noches. Probablemente yo las hice peor.

—Tengo manos de hombre ásperas, fuertes y varoniles. Me alegro de que lo notaras —trato de bromear pero mi voz suena forzada.

Ella ríe, aparentemente sin darse cuenta de que estoy actuando como un bicho raro.

—Te estoy llevando a casa —muevo mis dedos—. Mi abuela estará todavía despierta. Me encantaría que la conocieras.

—No. ¡No a tu casa! ¡De ninguna manera! —se agarra de los lados de su asiento.

—¿Por qué?

—No creo que tenga eso en mí... ya sabes... fingir otro segundo. Me toma mucha energía. Ver a Kika en la pista tomó todo de mí. No puedo posiblemente engañar a una dulce anciana después de eso.

—Ya estamos aquí. No te preocupes. No tendrás que fingir nada alrededor de ella.

—¿Ella sabe? ¿Le contaste sobre el contrato? ¿Sobre mí?

—Le he dicho que tengo un enamoramiento por una chica que estoy tratando duro para conseguir. Te mostraré mi casa, arreglaré mis dedos y entonces será tiempo para que te lleve a tu casa. Sin problemas —muevo a Bessie en nuestro largo camino de entrada y lo estaciono en frente de un garaje de coches. Mi casa no puede competir con la de ella pero sé que Jess no registra ningún tipo de cosas materiales como importantes. Otra razón por la que ella me gusta mucho.

—No quiero entrar —susurra y se encuentra con mi mirada. La luz del frente se está transmitiendo en la cabina de mi auto. Reconocí la expresión de Jess. Tenía la misma tensión, su aún mirada vulnerable de la primera vez que había ido a conocerme al complejo deportivo.

Hermosa. Aterrorizada. Y exhausta.

Si sólo pudiera borrar las dos últimas cosas. Busco consuelo en el hecho de que ella me estaba dejando ver que solía trabajar muy duro para ocultar.

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