Capítulo 36: Jess

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Paro de correr cuando alcanzo los escalones de entrada. Me siento, tomando una profunda, bastante tranquila, respiración. Antes que luchar contra el sueño, los recuerdos, hago algo que nunca he hecho en mi vida.

Le doy la bienvenida a las voces, las imágenes, los sonidos y los olores de la pesadilla. De la peor noche de mi vida.

Los toco más. Limpiándolos y clasificándolos en un orden consecutivo hasta que la memoria entera se solidifica y tiene sentido. De principio a fin. Incluso reconstruyo lo que mis padres dijeron en el hospital esa noche. Cada palabra pronunciada cuando ellos pensaron que estaba dormida, está grabada ahora en mi cerebro.


* * *

Mamá. Llorando. 

—El doctor me dijo que nada ocurrió. Ella no recuerda cómo llegó al piso superior de esa casa. Ellos piensan que ella tal vez fue drogada. Pero necesitamos un examen para eso.

Papá, después. Gritando. Acusando. 

No. ¡Ningún examen! ¿Cuál es el punto? Ellos bombearon tanto alcohol fuera de su sistema que podría haber muerto. Ella ni siquiera puede recordar quién es el culpable de esto. Ella nos mintió. Jess es afortunada como el infierno. ¡Afortunada como el infierno! Espero que haya aprendido una lección.

¡Ella fue casi violada! ¿Cuál lección hay en eso? dijo mamá, sollozando otra vez. Más lágrimas.

Papá. Furioso: ¡Le hemos dicho cómo comportarse! Le hemos dicho que no beba y que las fiestas no están permitidas. ¿La primera oportunidad que tiene para caminar fuera de nuestra casa como una novata de bachillerato y saca este truco? Se puso a sí misma en el lugar equivocado durante el momento equivocado y eso es lo que ocurrió.

Más sollozos. Mamá está cayendo a pedazos. 

No puedo creer que ella fue casi violada.

—Casi. Gracias a Dios. Casi. Nada ocurrió, ¿verdad? Cariño... tú sabes que no culpo a Jess. Solo quiero matar a alguien. Nuestra pobre chica...

Y entonces, un sonido más terrible que cualquiera de los otros: mi padre, llorando.

Pobre Jess. Pobre Jess. Lo que ella debió pasar. Espero que no recuerde. Ellos dijeron que tal vez no lo haría. Espero que eso sea verdad. Quiero que nunca recuerde. Solo quiero que ella esté bien.


* * *


Me seco mis últimas lágrimas y suelto un largo suspiro, preguntándome cuánto tiempo he estado sentada aquí. Preguntándome si perdí mi toque de queda.

Como si eso siguiera importando. Espero que mis padres me castiguen para siempre.

La seguridad de mi habitación es todo lo que quiero ahora. Juro que nunca dejaré esta casa de nuevo. Mi cuerpo entero se siente hueco. No puedo sentir mi corazón. Difícilmente puedo sentirme a mí misma.

Abro lentamente la puerta delantera y entro al vestíbulo. Mamá se asoma desde la cocina, como si ella hubiera estado sentada allí esperando.

—Jess. ¿Eres tú? No escuché un auto estacionarse —dice, aproximándose—. ¿Cómo fue?

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