|CAPÍTULO TRES|

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Dipper

Después del incidente en la cocina Mabel había estado muy distante conmigo. Caminaba algo alejada de mí cosa que no me hacía sentir cómodo.

—Ehh ¿Mabs? —ella dio un pequeño saltito de susto pero luego me miro—. Realmente lamento lo de la cocina... no quiero que te sientas incomoda conmigo.

—No estoy incomoda contigo.

Miente.

—Solo que... —tanteo con las manos—. No lo sé, estoy pensando.

—¿En qué?

Ella miro al bonito cielo que hacia el día de hoy y luego suspiro.

—En el hecho de que he estado sola estos últimos meses.

Ese fue el momento en donde un gran nudo se formo en mi garganta.

—Hey Mabs... —me acerqué a ella, con la intención de poner mi mano en su hombro, claro que la cobardía me lo impidió.

—Olvidalo, olvidalo, no es... no es necesario tocar ese tema —sonrió con tristeza, sus ojos se cristalizaron.

—Quiero hablar contigo de ese tema —tomé sus manos, ella se tensó y decidí separarlas —. Perdón, no era con intención.

—Está bien —hablo jugando con sus manos—. ¿Qué es lo que ibas a decir?

Suspire.

—Mabel, eres una de las mejores cosas que yo tengo en esta jodida vida y realmente verte triste me hace mal, quiero decir no es por mí es por ti. Nuestros padres ya no están... pero yo sí —me acerque dos pasos hacia ella—. Siempre estaré para ti, no importando cuando o donde me necesites... nada es más importante que tú, pequeña.

Mabel bajo la mirada pero yo se lo impedí poniendo mi mano en su mentón con delicadeza.

—Nunca te dejare... antes muerto.

Y ahí estaba, mi hermana con sus ojos cristalinos, con las lágrimas al borde y su labio inferior temblando por contener las lágrimas.

—¿Tienes idea de lo cuánto me duele el verte llorar? —mi voz se entrecortó.

Ella soltó una risa, para después soltar las lágrimas que estaban en sus bellos ojos cafés.

Me abrazó fuertemente, como aquella vez que tuvieron que dejar en un refugio de animales a Pato. Más que la muerte de nuestros padres.

—D-Dipper... —su voz... casi inaudible

—¿Si? —recargué mi rostro en su cabeza.

—¿Me prometes que jamás me abandonarás? —se separó de mí, sorbiendo su nariz para evitar que las lágrimas continúen.

—Siempre estaré contigo Lady Mabelton —ella rio—. No necesitas una prometa para que esté segura.

Ella rio, aunque sonó más como un jadeo.

—No estés triste. Pagare todo lo que pidas en el restaurante. Solo por verte sonreír —toque su nariz.

Mabel por fin rio como siempre lo hace y entramos a su restaurante de desayunos favorito.

—Y bien... —hablé sentándome en una mesa y ella al frente mío —. ¿Qué es lo que le gustaría desayunar Lady Pines?

—Creí que era Lady Mabelton —reímos—. Panqueques Lord Pines, ya que los que hizo se embarraron en mí —se señaló.

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