23. LA HISTORIA DE LANA BLOOM

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La abogada golpeaba incesantemente la puerta de la vivienda con sus puños.

Anders acudía a responder al llamado junto a Annette, la propietaria del lugar. El hombre se sorprendió al toparse con Elena frente a él.

– ¿Qué haces aquí, Bass? – preguntaba el caballero.

– Me tomó mucho tiempo darme cuenta de toda la verdad – reprochaba la hija adoptiva de Vivian Aglioni –. ¿Cómo no pude darme cuenta antes?

Anders le recomendó a Annette que regresara a su habitación para evitar mayores sobresaltos. La anciana acató la petición con reluctancia.

– ¿De qué hablas, Bass? – preguntaba Anders, una vez que la mujer de cabellera grisácea se desaparecía al entrar en su dormitorio. El hombre abandonaba la casa y cerraba la puerta a sus espaldas, aislándose de su interior.

– ¿Por qué no me permites entrar para hablar con la señora también?

– Su hijo está durmiendo. Lo más sensato es permitirle descansar. Confía en mí – argumentó el hombre.

– ¿Cómo puedes pedirme que confíe en ti? – dijo, luego de soltar una breve risilla irónica.

Anders resopló con desgano.

– ¿Qué estás haciendo aquí? – preguntó nuevamente.

Elena decidió encarar al hombre:

– Siempre encontré insólito que, súbitamente, el propietario de una firma jurídica se interesase tanto en desenterrar un caso de asesinato de hace dos décadas. Luego recordé una fotografía que encontré en una caja llena de evidencias, donde aparecía Lana junto a sus dos hermanos – dijo –. Al principio no pude darme cuenta de todo, pero cuando te encontré aquí, concluí que es imposible negar el parecido que guardas con el hermano de Lana.

Refrescó un poco su lengua con saliva, para añadir la sentencia final:

– ¡Eres Andrew Bloom! – dijo la abogada – Tu apellido Ölbom es solo un anagrama.

Anders se restregaba el espeso bigote que poblaba su rostro. Observaba a la letrada con satisfacción.

– Bravo, liebe – decía, aplaudiendo –. ¡Has descubierto el gran misterio!

Ambos callaron por pocos segundos. Elena le lanzaba una mirada escrutadora.

– ¿Por qué hiciste esto? – cuestionó la mujer.

– He hecho mil cosas, Bass. Sé más específica.  

– ¿Por qué me contrataste para esclarecer el asesinato de Lana, cuando podías encargarte personalmente?

El hombre la miraba fijamente a los ojos y dijo, con gravedad:

– De acuerdo. Es momento de que lo sepas todo...

Anders le pedía a Elena que lo acompañara a su automóvil para revelarle la verdad. Ella accedió, caminando cuidadosamente detrás de él, vigilando sus pasos.

– Bass, lo que tengo que decirte va a ser difícil de creer... – dijo el hombre, una vez que se encerró con la joven abogada.

– Puedo comprenderlo todo. Confía en mí – respondía ella, con una postura de aparente imperturbabilidad.

– Está bien – contestaba Anders, respirando la mayor cantidad de oxígeno que pudiese depositar en sus pulmones –. Te contraté para que esclarecieras la muerte de Lana porque... tu familia la mató.

SANGRE Y ABISMODonde viven las historias. Descúbrelo ahora