Capítulo 7
Despertó, y se dio cuenta que seguía trabajando. La patrulla olía a donas y café. A su lado, el sargento de policía Antonio Gutiérrez, conducía ceñido al volante con la seriedad de siempre. El detective Adán Márquez se limpió el sudor que inundaba su rostro. Había soñado, pero ¿de qué era el sueño? No lo recordaba, lo único que retenía su memoria era la imagen de muchas personas consumidas por el fuego.
—Has roncado como un cerdo —dijo el sargento en tono de burla—. Vaya que has terminado cansado escoltando a ese chaval.
—Sí, sargento. El chico ha querido visitar la tumba de su hermano, eso lo entiendo —respondió Adán—, pero llevarse a toda la gente con él, eso fue una locura. Te juro que el muchacho se ha echado a toda la nación en el bolsillo. Podría asesinar al mismísimo presidente y nadie le haría nada.
—Es un maldito héroe —repuso el sargento—. Puede hacer lo que quiera. Lanzarse a un bus en llamas a salvar personas, eso no lo hace nadie.
Adán meditó un momento. Se preguntó si él hubiera hecho lo mismo, quizá sí, quizá no. Si en la tragedia hubiera algún ser querido, como su esposa o la pequeña Nicole, lo habría hecho sin pensarlo; pero si no, quizás hubiese huido del peligro como lo habían hecho la mayoría de personas. Pensó en la posibilidad de que ese fuese el motivo por el cual Ignacio emprendió tan heroica faena, lo más probable era que se tratase de una chica.
Miró hacia adelante, estaban en la caravana que escoltaba el automóvil del alcalde. Se dirigían al Club Campestre en compañía de dos patrullas y la escolta personal del líder. Todo había salido de improviso, él debería estar en el centro comercial con su esposa e hija, pero a Ignacio se le había ocurrido la idea de ir a cenar con el alcalde.
Sonó el móvil. Observó el número, era de la central. Contestó.
—Hola cariño, me has pensado —dijo el detective con un tono coqueto.
—Claro, primor —respondió la oficial Samanta con disimulada burla—. Pienso en ti todo el tiempo. En especial en tu barriga de camionero...Esa panza me traumaaaa
Adán se sonrojó, y se rió un poco.
—Vale, no me tomes el pelo, a qué debo el honor de tu llamada.
Samanta hizo una pausa que a Adán no le gustó, estaba seguro que se trataba de malas noticias.
—¿Estás siguiendo al alcalde? —preguntó Samanta después de unos segundos.
—Sabes que sí.
—Adán, debes cambiar de ruta. Sucedió algo...han reportado una desaparición.
El semblante de Adán cambió al instante. La palidez le poseyó, al igual que el temblor en la mano en la que llevaba el móvil. Ahora era él el que se había quedado en silencio. El sargento encorvó sus cejas como señal de preocupación. Ya había visto esos síntomas antes, y no quería revivir ese infierno.
—De quién se trata —dijo al rato.
El sargento suspiró mientras golpeó el volante con ambos puños.
—Es un médico. Se llama Julián Castro, lleva tres días desaparecido... ¿Tú crees que se trate del Quiebra huesos?
Adán no lo sabía, uno parte de él rogaba porque fuera así, pero sí lo era, eso sólo significaba una cosa: que el doctor Julián estaba muerto. En unos días encontrarían el cadáver con todos los huesos rotos. El médico sería la víctima número trece. Adán había encontrado a la primera, por desgracia se trataba de su hermana, la enfermera Elizabeth Márquez Aldarreaga.
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El Secreto de Ignacio
ParanormalIgnacio Casares es un muchacho solitario que sueña con saber para qué es realmente bueno. Pero por circunstancias del destino, pierde el remordimiento. Acto, que lo hará realizar cosas terribles, que desencadenaran en una progresión de situaciones i...