—Él se llama Cristian Álvarez como ya todos saben. Pero, la razón por la que lo he llamado aquí hoy, será para nombrarlo como vicepresidente de nuestra empresa Maxi-Publicidad. Un aplauso, por favor. El chico de ojos café y gris —por lo que él decía que cambiaban según al proyectarlos en la luz— le sonrió a su jefe con orgullo. Pues solo podía hacer eso; ni gritar, ni celebrar con la voz. Pero a pesar de todo, se sentía feliz; porque, aunque era mudo, percibía que los demás celebraban por él.
Ya no tenía que preocuparse por más deudas, ahora él era un vicepresidente de una gran empresa de publicidad. Que, a pesar de que él había contado cada día, cada hora cada minuto, cada segundo con los dedos, había podido lograr lo que ahora se celebraba; y solo le basto tres años, dos meses y catorce días y medio para lograrlo. Solo con su carisma, duro trabajo y unas cuantas trasnochadas con la novia del jefe.
Él, ahora mudo, era el más grande; y los demás, inferiores. Claro, no en sabiduría, sino en billete. Pero tenía algo claro: como todo un adulto que ahora es, no demoraría la preocupación, la ansiedad y la soledad. Podría tenerlo todo ahora, pero eso en un tiempo sabría que querría más. Pero, por el momento, la única tarea que tenía era: emborracharse y acostarse a la hora que quisiera, porque él ya no era un niño, y no se podía acostar como los polluelos. Era el mejor día de su vida. Era como tener sexo y al otro día seguir sintiendo el placer del éxtasis. Eso duraría hasta la mañana siguiente; después de eso, todo acabaría más rápido de lo que comenzó.
***
"Maldita sea" pensó Cristian al sentir la jaqueca, pero eso no tenía excusa. Era su primer día como vicepresidente, tenía que dar el ejemplo. Se levantó de la cama perezosamente, y al sentir que alguien le apretaba el torso, se acordó que se había acostado con una de sus secretarias.
—No te vayas —le rogó la chica que ahora tenía la mirada puesta en la nuca de Cristian.
Él le apartó las manos y siguió vistiéndose. Tenía que llegar a su casa para alistarse antes de ir al trabajo. La secretaria al saber que había subido de puesto pensó ganárselo, eso no era un secreto, y Cristian lo acepto. No se sintió mal dejándola allí plantada. Sabía que quería ganar y, ¿por qué desaprovechar? Cristian no era mujeriego como las demás personas creían. Tenía dinero, era guapo; no tenía ni novia, ni esposa, ni hijos, ni familia.
Era como un pedazo de carne de la mejor calidad. Que lo buscaba y no buscaba. A diferencia de la novia del jefe, jamás se acostó con una mujer casada o comprometida. Lo único que le faltaba: la voz.
Llego a su casa: grande, espaciosa, con piscina y toda de color blanco y gris. La sala era costosa, la cocina, las habitaciones, todo era costoso excepto él, porque ''nada alcanzaría para comprarme''.
Él era rico, guapo y vanidoso. Pero lo malo es que no le gustaba estar acompañado y no tenía voz, eso a veces le fastidiaba tanto que deseaba gritar, pero no podía porque, después de todo, no tenía voz. Tampoco le gustaban los niños; no por que fueran ruidosos y no pensaran en nada mas sino jugar, sino era justamente eso lo que lo ponía celoso. Tenían voz y la desperdiciaban en gritos innecesarios, tenían todo el tiempo libre y lo desperdiciaban solo jugando, chillaban como estúpidos y sin embargo, el sentía celos de eso; porque tenían todo, y no lo sabían.
Él una vez tuvo una niñez, sí. Pero jamás la disfrutó, no como ellos, no como los demás niños. Y eso lo marcó tan profundamente, que les tuvo odio. Y aunque sabía que estaba mal, que era inmaduro, solo era en ese sentido, y no le había afectado a nadie, ni a él mismo. Así que, ¿qué importaba?
***
Salió del trabajo para almorzar. Le había ido bien, y al parecer, había adquirido un nuevo aire de superioridad, porque algunas secretarias lo saludaban con respeto y lejanía. En cambio, otras le habían coqueteado con sutileza; algo que él no negó, pero que tampoco acepto.
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Rosa y el hombre mudo.
FantasyTítulo original: Rosa y el hombre mudo Autor: Daniela Alpargatero © 2014 Edición y corrección: Fernanda Leyva © 2014 Diseño de portada: Daniela Alpargatero © 2014 Diseño de interiores: Shura Belov © 2015 Editorial Raining Words © Obra Registrada en...