Capítulo VI

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PATRICK

-¡Jeaaan!; ¡tus galeeetas! -empezó a gritar una vez identificó que se hayaba en la biblioteca.

-Shhh, niño para de gritar.-le reprendió una de las bibliotecarias que guardaba libros que sacaba de un carrito plateado en unas repisas.

-¡Bueeno!-le gritó de vuelta mientras se acercaba a la dependienta del mundo enpalabrado.

-¿Qué necesitas?-se resignó a preguntar, observando que el chico sólo buscaba con la vista desesperada.

-Busco a Je... mi papá ¿Lo ha visto?

-Si no me dices cómo es, ¿cómo lo voy a saber?

-Como yo, pero de ojos verdes y un café raro.

-¡Ah!; ¿El chico de ojos dorados y pardo?; es muy bonito. Siempre viene aquí, su pasillo favorito es ése-dijo señalando un pasillo alejado y casi abandonado mientras sonreía pícara al menor -le gusta leer los libros menos conocidos, pero antes respóndeme, ¿por qué ha entrado de esa manera? -inquirió curiosa, recordando el muchacho de ojos llorosos que corrió despavorido hasta dicho pasillo.

-Porque no quedaban galletas-respondió subiendo los hombros con un paquete marrón en sus pequeñas manos, y luego se despidió.

La mujer mayor fruncio el ceño confundida, dejó de observar al menor de unos ocho años, y volvió a su trabajo indiferente, pensando que sólo eran cosas de niños.

Al cruzar ese gran salón y adentrarse por ese pasillo que parecía un laberinto de repisas, llegó al final, en una especie de cuarto que a Patrick le causó gracia. Divisó en un rincón una mesa, con la figura de una persona que parecía muerta acostada sobre ésta, con la cabeza tapada por un libro azul mar. Juzgando por la delgadez cuidada y las prendas de rata de biblioteca, supuso inmediatamente que era Jean.

Caminó lentamente de puntillas para no molestarlo y se detuvo enfrente de él, tranquilamente observó todas y cada una de sus facciones cuando levantó cuidadosamente el libro que a penas tomó importancia.

-¡Patrick! -gritó su padre horrorizado.

Fue en ese momento en el cuál abrió sus ojos el castaño, sentándose asustado y somnoliento sin comprender nada ni los dos sujetos a sus espaldas, en ello, rápidamente Patrick deslizó las galletas suavemente por la mesa.

-Aquí están tus galletas. -dijó dulcemente con una sonrisa, mientras Jean le miraba aturdido anexo a lo que decía, sólo asintió cohibido mirando después la bolsa en su regazo cuando por el rabillo vió que Patrick se marcaba.

Patrick se acercó a su padre como si lo que acabase de hacer era lo más normal del mundo, y sonriendo con una mueca de preocupación y sin consentimiento de qué ocurría realmente le habló muy bajo mientras Jean no atisbaba hacia ellos.

-Tu dale consuelo, yo voy a ver los libros de animales.-murmuró algo acomplejado porque su nuevo amigo estuviera triste antes de marcharse inseguro.

Sebastián sonrió pensando cómo había llegado a tener un hijo tan maravilloso; tan sensible, tan inteligente con una mujer sin corazón a la cuál una vez amó.

Luego le dirigió una mirada al chico que al inicio por su grito se había espantado como un gato, pero que ahora estaba abriendo el paquete de galletas con toda su atención y melancolía en un gesto que le recordó a la inocencia de Patrick.

-Creo que comenzamos mal. Bueno... me llamo Sebastián. Soy un viejo escritor de veintinueve, y siempre voy a Mirador a "tratar" de escribir. Perdón por llamarte mirón.

Musa MusaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora