30.Una historia que contar

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Adam.

No hay marcha atrás, ya no puedo retractarme porque April Mayer viene en camino y no puedo deshacer lo que he dicho por teléfono.

Cuando dije que le contaré todo, en realidad hablo de todo, absolutamente todo desde que estuve con Emily.

Hablar de ella no será fácil, contarle mi vida será duro, sin embargo, creo que es un buen comienzo para aceptar la verdad, ¿no lo creen?

Temo que April llegue, pero más temo que las cosas no salgan bien, y cuando mi secretaria me llama... Bueno, mi corazón amenaza con salir volando de mi pecho cual bomba a punto de estallar.

—Señor Sangster, April Mayer está aquí con Dylan.

Dudo lo que diré, pero las palabras salen solas y parece que yo ya no controlo mi sistema, es como si otra cosa ajena a mi cerebro estuviese actuando en este momento.

—Sarah, por favor llévate a Dylan y dile a April que pase. Necesito hablar a solas con él, ¿sí?

—Claro, señor.

Al cabo de unos segundos, la perilla de la puerta se abre y lo primero que veo son sus ojos azules, y esta vez —y sorpresivamente—verla me hace sonreír de lado.

—¿Puedo pasar? —Inquiere la chica observándome con extrañeza.

—Ah, sí, claro, pasa. Siéntate, por favor—le indico mostrándole la silla giratoria frente a mí.

Lentamente ella se acerca hasta que termina por sentarse con cierta duda en su acción.

—Y... ¿A qué se refieres exactamente con contarme todo? ¿Y por qué no dejó que Dylan estuviese aquí? —Cuestiona arqueando una ceja.

—Estás molesta—aseguro—y lo entiendo, créeme que si fuera tú estaría más que molesto.

» Sólo... Por favor, deja de llamarme señor, llevas demasiado tiempo con nosotros como para llamarme así, además, ya no me gusta.

—Ah, ¿no le gusta? —Habla con sarcasmo. —Pensé que usted era el rey de los modales y de que todo lo que se hace está mal.

—Basta, April.

—¡No, basta tú, Adam! —Grita azotando la palma de su mano contra mi escritorio, al momento en que se inclina hacia mí. —¡Basta de actuar como si nada hubiese pasado! ¿Acaso crees que todo esto no resulta ya bastante incómodo? Adam... Besarte...

¡Dios! —Exclama entrecerrando los ojos y sin previo aviso deja caer los hombros y se sienta en la silla.

Las lágrimas no tardan en salir y me siento un monstruo, uno que ha hecho llorar a una niña que sólo busca sacarme de la oscuridad.

—Es una estupidez—habla sin mirarme y aun derramando lágrimas—, pero, tú no sabes lo que sentí ese día. Fue como si me besaran por primera vez, como... Como si no hubiera un mañana; y tú sólo... Tu actitud me hace abrir los ojos y darme cuenta que no significó nada para ti, que yo no significo nada, y sé que no debería significar nada para ti, pero, parezco una adolescente y quisiera significar algo, quisiera... Sólo... Agh, esto es una estupidez.

Sin añadir algo más, se levanta de la silla y trata de limpiar las lágrimas que se han esparcido por todo su rostro. Su cara se ha tornado totalmente roja y sus ojos han identificado su color; es como si estuviera viendo a una diosa guerrera, molesta, y explorando sus poderes al máximo.

Me quedo estático, observándola mientras se derrumba ante mí y me da a conocer sus sentimientos; estoy siendo un cobarde que no se atreve a pronunciar palabra, sólo estoy de pie, al otro lado del escritorio sin saber cómo iniciar algo que no debería decir, sin embargo, tengo que hacerlo porque... Porque mi corazón pide a gritos que lo haga y por más que trato de contenerlo se niega a ceder.

La apuesta de mi vida ✓TerminadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora