La lectora más pequeña y la que más me hace reír con sus comentarios
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April.Sigo aferrando a Dylan entre mi regazo y temo que si lo suelto despierte en medio de mi habitación. No quiero despertar, quiero seguir pensando que esto es cierto, porque, el que Dylan me haya pedido que sea su madre... No tengo palabras para explicarlo.
—Te quiero, April—dice al cabo de unos minutos de silencio. Eso es lo que me vuelve a la realidad y sobre todo, el que Dylan coloque sus pequeñas manitas sobre mis mejillas, frotándolas como si de una muñeca se tratara.—No llores, April. No llores, mami.
Me pide que no derrame lágrimas pero no sabe cuán difícil es no llorar en este preciso momento si él me llama mamá.
—¿Te gustó tu regalo?—Inquiere, y me sorprende la facilidad que tiene para hacer sonreír.
—Es el regalo más lindo que me han dado—aclaro con toda la sinceridad del mundo—, pero, el regalo más lindo no ha sido ese en realidad.
—¿Ah, no? Entonces... ¿Quieres que haga otro mejor?—Sugiere posando sus manos sobre mis hombros.
Niego con la cabeza y él se queda estupefacto, frunce el ceño y las comisuras de sus labios, tratando de entender por qué me niego a que me entregue otro regalo si este no me ha gustado tanto.
—¿Sabes cuál es el mejor regalo en realidad?—Pregunto tratando de que él lo intuya por su cuenta, cosa que no hace; Dylan es demasiado inteligente, sin embargo, es cierto que también es demasiado inocente y no comprende ciertos comentarios.
Niega con la cabeza, sus ojos recorren el suelo como si fuese a encontrar una respuesta en él; dejo que lo piense, hasta que se gira para verme y bajando los hombros, me hace saber que no sabe de lo que estoy hablando.
—¿Te das por vencido?—Pregunto antes de decirle lo que pienso.
—Sí—dice asintiendo con su cabeza al momento de hablar.—Entonces... ¿No quieres otro regalo?
—No—.Aseguro tocándole la punta de la nariz con mi dedo índice.—Ya tengo el mejor regalo del mundo y no sólo me refiero al que me acabas de dar en la caja; Dylan, el mejor regalo...
Corto la oración porque se forma un enorme nudo en mi garganta, las lágrimas comienzan a deslizarse por mis mejillas y se vuelve imposible seguir hablando. De un momento a otro las pequeñas manos de mi hijo se posan sobre mis mejillas, apartando las lágrimas de mi rostro.
Ese simple acto me llena de ternura, y entonces caigo en cuenta de que este hermoso ser es mi hijo, ¡Dios! Tengo un hijo, un hijo del cual me convertí en su madre sin planearlo, y es cuando me pregunto si el destino estaba escrito así, si, de alguna forma, Dylan y yo teníamos que encontrarnos en ese supermercado.
Sea como haya sido, la verdad es que no importa demasiado, lo que importa es lo que sucede ahora, que este pequeño y hermoso ser humano me ha elegido como su madre, y que lo amo, sin importarme que no sea de mi sangre, porque lo he importa los lazos de sangre, sino el amor que nos une.
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La apuesta de mi vida ✓Terminada
RomanceAdam Sangster es un empresario, viudo, con un hijo de cuatro años. Todas las mujeres quieren estar con él, aunque sólo sea vivir una aventura. Pero a Adam no le interesa ninguna de ellas; lo único que ocupa su mente es su hijo, y la única mujer que...