Mientras tomaba coraje, bebiendo la cerveza, antes de entrar a la clínica, compré un ramito de flores, eran demasiado simples, pero a ella le hubiesen gustado igual, o no... siempre creí que era una chica sensible y sencilla, pero estaba equivocado. Nada en ella es sensibilidad y sencillez. Ama la exposición, el lujo, la fama y la idolatría, siempre fue igual, y cuando alguien le decía o le dice lo que ella no quiere oir, lo desacredita, lo insulta o lo trata de infeliz envidioso, es típico en ella menospreciar a quien no la sigue o la adula. Además se violenta, insulta y patalea si alguien la contradice o la desenmascara.Pero continuando con el relato, con el ramito de flores en mano, subí por el ascensor hasta el piso donde ella estaba, lleguè a su habitación y la ví. Completamente rapada, sin su hermoso pelito, demacrada y ojerosa, mirando fijo a la ventana como queriendo ver el sol o queriendo lanzarse. Con sueros y sedada, giró la cabeza y me vió.Sus únicas palabras fueron: "estoy horrible, viniste".Cuando quise acercarme, el personal de seguridad me sacó de la habitación, e inmediatamente llegaron sus familiares. La recepcionista les había informado de mi presencia, me sacaron de ahí poco menos que a los empujones.Entre el forcejeo pude ver sus ojitos, y viendo como me sacaban de la habitación, comenzaba a llorar compulsivamente. Cuando me llevaban por el pasillo pude oir sus gritos suplicando: "dejalo papá, dejame en paz, dejalo que venga conmigo, basta, déjenlo, suéltenlo" y repetía mi nombre gritando y llorando a la vez.Yo que una vez mas tenía que ceder, me sentí un NADIE, y sacado por el personal de seguridad bajé la mirada y volví sobre mis pasos, regresé por donde había entrado.Los dos hombres me acompañaron hasta la puerta de calle y se encargaron de que me subiera a un taxi para irme. Lo hice, pasivamente, obedientemente. Me arrepentí de haber ido. Aunque me llevaba su mirada, sus ojitos fijos en la ventana como esperándome, y una leve gesto de alegría al verme, que me indicaba que la pequeña mujer iba a estar bien. Inmerso en mis pensamientos, miré mis manos y ahí estaban las flores simples, como testigos mudos de esos momentos tristes. No había podido dárselas, y se iban conmigo al lugar donde me habian mandado, afuera, lejos de ella. Donde siempre estuve, lejos, fuera de su entorno, rechazado y culpable. Hubiese sido tan bueno para ella estar conmigo aunque sea un rato, pero para todos yo era el verdugo. Y la quisieron proteger de mi, sin saber que yo la curaba, la consolaba y le había salvado la vida. Y sintiéndome mil veces un NADIE, arrojé las flores simples por la ventanilla del auto, como hubiese querido arrojar también ese recuerdo de mi alma.