Mismo continente...mismo país, mismo estado, misma ciudad. Diferente casa, diferente escuela. Eso define mi vida a mis 17 años.
Mi madre no trabaja, mi padre era el gerente de un centro comercial hasta que abrieron una nueva sucursal y lo pusieron de gerente allá, su oficina estaba dentro de ese centro comercial por lo que queda muy lejos de nuestra casa así que decidió comprar una que estuviera cerca.
Así que ahora estoy frente al espejo mirando mi horrendo uniforme, me gustaba mi antigua preparatoria ahí tenia a mis amigas y amigos, nos dejaban ir en pantalón con una camiseta polo con el logo de la escuela. Quizás estuviera un poco más emocionada si estuviera siendo la nueva en ciclo nuevo pero soy la nueva que llega a mitad del ciclo escolar cuando ya todos se conocieron y los grupos de amigos ya están establecidos.
Mi madre me gritó desde abajo, tomé mi mochila y baje las escaleras de mala gana pues aún tenía sueño, eran las 6:40 am y aún mi cuerpo no se llenaba de energía. Al bajar fui hasta la cocina porque mi estómago ya reclamaba por algo de comer; abrí la alacena en busca de algo pero la voz de mi madre entrando me lo impidió.
–No, no, no –dijo rápidamente– ya no hay tiempo, toma –me lanzó una manzana– ¿Ya estás lista?
–Si te digo que no como quiera tendré que ir –atrapé la manzana–
Ella solo me lanzó una mirada que decía "pues que más se puede hacer", tomó las llaves del auto y la seguí, le quitó el seguro y me senté, encendió el auto y me miró.
–¿Al menos puedes estar más emocionada? –me preguntó–
–Yei –hice puños con mis manos y las moví levemente–
Ella solo negó, mi mamá podía ser a veces comprensiva y divertida, pero cuando se trata de mis calificaciones es todo un ogro. Miré la manzana entre mis manos y mi estómago comenzó a rugir, no lo dudé dos veces y le di una mordida.
Después de unos minutos vi el colegio y el nombre en letras grandes y blancas "Colegio Bach". No era un colegio de música, era uno común y corriente con un nombre de un pianista y para variar no dan clases de música.
Le dije que me dejara en la esquina de la escuela para que ella se evitara el embotellamiento de la entrada y bajé, no sin antes haber acomodado un poco mi cabello para que luciera un poco más aplacado. Mi horario ya me lo habían dado, solo era cuestión de entrar y enfrentar la soledad de ser la nueva. Di las últimas mordidas a mi manzana y tiré el corazón en el bote de basura.
A diferencia de mi otra preparatoria esta era cerrada y con arboledas y bancas. Al entrar te recibía una ancha escalera que te llevaba a los salones del segundo piso; en la planta de abajo del lado izquierdo a las escaleras se encontraba la cafetería y al fondo hacia el lado derecho se encontraban unas escaleras de caracol que te llevaban a una biblioteca enorme que se encontraba en el tercer piso. Por lo que vi el día que me inscribí teníamos nuestros propios casilleros y se encontraban dentro de las aulas.
Busqué el aula "23" ese sería mi grupo todo el año. Todos los salones estaban pintados con un color blanco y tenían escritas frases motivadoras: "LO QUE HACES HOY PUEDE MEJORAR TODAS TUS MAÑANAS; RALPH MARSTON" Esa frase estaba inscrita en la pared de mi salón, entré al lugar, era algo grande y había unas ventanas enormes que permitían tener una clara visibilidad de afuera y como el salón estaba en el primer piso la vista era muy buena, los casilleros estaban al fondo del salón...miré los bancos y vi que tenían los nombres de quienes iban sentados ahí.
Divisé mi nombre pegado en el respaldo, escrito en cursiva en una hoja de color amarillo, estaba situado al lado de la ventana, era el banco que se encontraba en el medio de la fila. Observé los casilleros y busqué el que dijera "Lydia Heron." tome la llave que me dieron y metí los libros que no iba a necesitar.
Un timbre sonó y me fui a sentar en mi lugar, poco a poco la gente que faltaba iban llegando, una chica con cabello castaño se sienta en el banco de enfrente y un chico pelirrojo se sienta detrás de mí.
Según mi horario tocaba Formación Cívica y Ética. Aburrido.
Por la ventana se veía un sendero que conducía a algo que parecía ser los baños de hombres, había muchos árboles alrededor y el césped estaba de un tono verde limón. Había una que otra banca situada por el lugar.
Un señor alto, delgado y de pelo rubio platinado entró al salón.
–Abran sus libros en la página 64, tienen cinco minutos para leer.
El maestro sacó su libro y comenzó a leer. Me impresiona que no me haya obligado a presentarme, quizás no se ha dado cuenta de mi presencia. Abrí mi libro y me dio pereza leer lo que estaba escrito. ¿De qué sirve saber de valores y cosas como esas si como quiera la mitad del alumnado no las va a poner en práctica?. Apoye mi barbilla en mi mano derecha y acomodé mi cabello detrás de mi oreja para que no me molestara en la cara; sentí como alguien me miraba desde afuera, giré hacia el lado de la ventana, había un chico recargado en un árbol observándome, tez aperlada y cabello azabache, por lo que logre distinguir gracias a la corta distancia; no sé si me miraba a mi o a alguien más, me estaba poniendo nerviosa así que aparté la mirada.
–Bien el tiempo acabó –habló el profesor logrando que le pusiera atención– de lo que leyeron ¿que entendieron?
Todo el salón estaba en silencio, nadie levantaba la mano, el maestro soltó un suspiro frustrado.
–Haber tú –me señalo– ¿qué entendiste?
Todos posaron su mirada en mí, vi el libro y el tema era "Derecho a la privacidad"
–Pues que tengo derecho a tener privacidad –dije obvia–
El maestro rodó los ojos enojado, alguien levanto la mano y explicó lo que había entendido.
–Muy bien compañero, gracias por su participación
Sentía la mirada del profesor sobre mí, tenía fruncidos los ojos mientras me miraba y parecía pensativo.
–A usted no la había visto, ¿estás en esta clase?
–Soy nueva –aclaré–
El asintió –Soy el maestro Erick mucho gusto– dijo para después retomar su clase.
(...)
Pasaron las clases hasta que llego el receso. Salí del salón, no tenía a donde ir o con quien estar... debo admitirlo, me deprime ser la nueva y no soy la persona más sociable del mundo, no me agrada la idea de ser una intrusa en un grupo de amigos que ya está establecido.–Oye tú! –Tocaron mi hombro–
Me acomode en donde la ola de gente no me empujara y espere a la persona que me habló. Una chica con cabello castaño claro y largo apareció frente a mí.
–Hola, yo te hable hace rato, soy Aleyah , me gusta tu cabello, ¿que shampoo usas? –preguntó de la nada–
–Pues... –nunca me lo habían dicho así que me sorprendió un poco, mi cabello es café pero parece negro, me llega un poco más abajo de los hombros y lo tengo en capas– uso uno con olor a piña.
–Ahh –dijo decepcionada– Oh –exclamó mientras miraba sobre mi hombro– Meriah!
Una chica igual a Aleyah apareció a su lado.
–Ella es mi hermana gemela Meriah, Meriah ella es... –me miro–
–Soy Lydia Heron, un gusto –les sonreí–
Ambas eran de tez blanca con ojos azules, la única diferencia es que el cabello de Meriah era castaño-rojizo y le llegaba un poco más arriba de los hombros.
–Un gusto –dijo Meriah– ¿eres nueva cierto? ¿Por qué no vienes con nosotras?
–Sí, claro –acepte feliz–
Caminamos hacia el patio trasero. Me alegró que las gemelas me invitaran, al menos sé que no estaré sola.
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A través de la ventana
Romance... "Sentí como alguien me miraba, giré hacia el lado de la ventana, había un chico recargado en un árbol observándome, tez aperlada y cabello azabache ,por lo que logre distinguir; no se si me miraba a mi o a alguien mas pero desde ese día siempre...