Chica número cuatro

16 4 3
                                    

Ella se sentía sola. Se veía en su cambio drástico de personalidad. Nunca fue alguien dulce pero si charlatana. Poco a poco fue dejando de hablar tanto, de reír, de saltar al andar y de soñar. Sus amigos se daban cuenta, hasta yo, que solo la conocía de clase, me daba cuenta. Ella estaba dejando de ser feliz. Nadie sabía el por qué, su vida era buena, una familia que la quería, amigos de verdad, de esos que nunca le faltaban y un novio que la quería con locura, como ella a él.
Cierto día me la crucé por la calle. Andaba sola y cabizbaja. La detuve y vi sus ojos a punto del desborde, ya no era ella, era una sombra que había acabado con su viveza y su locura.
En pocas palabras me dijo lo que yo os cuento, que la vida no le quitaba nada, que en teoría debía ser feliz, pero que se sentía vacía, vacía y rota. Me contó que al principio no sabía que la pasaba, que achacaba todo a un bajon y nada más. Poco a poco no salía de ese pozo e intentaba que el resto no se preocupase, intentaba actuar normal, pero ya no recordaba qué era su "actuar normal". Finalmente un día vio claramente su problema, su problema era ella. Se había fallado a ella misma, era su autoenfado el que la hacía verse así. ¿De dónde salió el enfado? Ojalá lo hubiese sabido para ayudarla, pues después de aquella Navidad ella, aquella dicharachera mujercita, dejó de ser como siempre había sido.

Voces selladas ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora