CUATRO

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El libro de los pecados

Nunca pensó que llegaría a salir de la densa oscuridad húmeda y fría de aquella cueva. Era sorprendente para ella ver como a través de las frías tinieblas de de esa madriguera, los rayos solares se filtraban sobre las plantas silvestres que colgaban el techo de esta y servían de cortinaje improvisado.

Alzó una mano en dirección a los dorados y cálidos rayos, tan recelosa, que su mano balbuceaba demasiado.

Al sólo el primer contacto con aquella calidez, retiró de inmediato la esquelética mano, como si la hubieran quemado las febrientes llamas de una antorcha o algo parecido.
¿De verdad haría eso? ¿arriesgaría su vida por tratar de despertar a alguien tan poderosa como aquella bruja que ni siquiera sabía si valdría la pena resucitar o siquiera llegaría a funcionar su misión? ¿valdría la pena todo el esfuerzo?

Se giró sobre sus talones desnudos y regreso a las profundidades de su cueva húmeda en busca de lo que necesitaba para lograr su objetivo.
Se vistió con aquella extraña pero llamativa falda cómoda que le llegaba hasta un poco más arriba de las rodillas. Era de un color oscuro con lentejuelas que deslumbraban la más mínima esencia de luz; le puso la blusa azul pardo de escote destacado sobre el pecho y la chamarra de cuero negra. Se calzó los botines de puntiagudas plataformas y dejó que su insípido y escaso cabello le cubriera la espalda y hombros.

Tomó la delicada urna de cristal que tenia sobre el maltratado tocador humano que tenia, y con cuidado comenzó a abrir esta, dejando ver poco a poco aquella esfera luminosa y de adherencias vaporosas. Su brillo de plata sin duda provocó que los ojos tricolores de Saoirce se dilataran y segaran al instante, pero aún así, siguió sosteniendo la urna entre sus manos, sin dejarla caer.
Una vez que sus ojos se adaptaron al segador brillo que reflejaba aquel corazón puro de sirena, dejo la urna a un lado, sujetando con fuerza y, al mismo tiempo, gran delicadeza aquella esfera escurridiza, se dirigió de nuevo al espejo roto del tocador, para observarse antes de actuar.

Se contemplo por un rato, observando atentamente, contemplando su piel marchita y quebradiza, nariz literalmente rota, pues ella era como antigua porcelana china y pelos azules, y su nariz estaba rota como la oreja de una taza vieja.
Sus pómulos hundidos y unos ojos enormes, ligeramente saltones, inyectados de sangre, con el color de sus iris de tres matices: roja, azul y verde, con la característica forma de su pupila como la de un reptil. Sus pocos cabellos que tenia, de un color grisáceo, le cubrían los lados de su afilados rasgos.
Saoirce era horrible hasta la punta de los dedos del pie, pero sabía que eso terminaría en cuanto a través del reflejo de espejo roto se hizo presente el destello del corazón con más intensidad, como si le estuviera diciendo que lo dejara de hacer sufrir, que terminara con eso de una vez.

Contemplo el reluciente corazón y luego volvió la vista hacia el horrible reflejo que tenia de frente. Observó como las manos del reflejo se llevaban a la boca reseca la reluciente esfera, masticandola una vez que la tuvo dentro.
No tenía sabor alguno, así que disfruto triturar con sus pudrientos dientes, hasta digerarirla después de tres grandes masticadas.

Cerró sus ojos al sentir un ligero arder frío en su piel, logrando relajarse un poco y esperar a que la transformación -o "regeneración" como ella decía- pasará pronto.

Fue abriendo lentamente sus ojos, observando cómo su imagen iba cambiando ante ella como cuando un pergamino se iba incinerando ante las ardientes llamas.

Su azulada y marchita piel fue tomando un color claro y suave, un tono olivaceo, de mejillas más llenas y ligeramente sonrosadas.
Su nariz rota fue sustituida por una completa y de perfecto perfil. Sus pómulos ahora altos y sus ojos dejaron de ser rojizos para tomar el color blanco y de iris de un intenso color azul eléctrico con un anillo de oro cerca de la pupila. Ojos un poco más normales de no ser por aquel lazo dorado sobre ellos; su caballo ya era más abundante ondulado y de un penetrante negro azabache.

Demon Hunters® (Libro #1) [Editando]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora