Capítulo Uno

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El problema con los hombres, es que siempre han querido una mujer sumisa, que acate sus ordenes sin dar respingo y quejarse porque no le parece como esta llevando las cosas. He ahí la explicación remota que doy cuando me preguntan porque yo, sigo estando completamente soltera y sin rastros de pretendientes a mis veintisiete años; a mi familia le parece extraño, han querido averiguar si en realidad soy lesbiana o algo parecido, pero no, simplemente no se me ha dado la oportunidad de conocer a alguien que muestre interés en mí, en lo que hago y lo que pienso. Aparte, con lo ajetreada que es mi vida, apenas tengo tiempo de pensar en mí, como para preocuparme en alguien que me quiera, no lo necesito, si me quiero yo, no necesito que alguien más lo haga, es mucho gasto andar comprando helado, chocolate y clinex al momento de la ruptura.

Sofía siempre habla sobre como voy a morir sola. A ella le aterroriza la idea, pero en realidad a mí no me asusta, lo pienso del lado bueno: no me gustan los bebés, así que, si no me caso y muero sola, al menos mi alma descansará sin preocupaciones sobre un hijo mal agradecido que se queje de todo a pesar del esfuerzo que haya hecho en vida, mientras tanto, un matrimonio requiere de esfuerzo, tiempo, cariño y ganas, algo que por mucho falta en mí. Sobre todo tiempo, ya lo dije, no lo tengo.

Aldo, va de diario a casa de mis padres, sólo a preguntar por mí, algo que en lugar de causar polémica en mi vida, provoca un sentimiento de lástima tremendo. Si hubiera mostrado más interés hace cinco años, con gusto lo aceptaría, pero lo arruinó todo con sus borracheras y clásicos dramas, que, típicos de él, revelan cuán necesitado está.

Siempre me han dicho que no aprovecho las buenas oportunidades que me ofrece la vida, eso, respecto a tener un matrimonio y familia estables, creen que eso del arte, me afectó por completo desde que acepté que así sería mi vida, libre de tapujos y malos ratos. Es probable que tengan razón, pero en lo que a mí respecta, la decisión de aborrecer las relaciones la tomé desde el día que nací, ya no es mi culpa no querer formar una. Es culpa de mi atolondrada genética.

Así pues, vivo feliz, siendo productiva y no cargando criaturas mal olientes, lloronas y con muchas ganas de beber leche.

Espero algún día logren comprender esto.

Té de canelaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora