La falta de imaginación humana o la creatividad atorada son dos problemas gravísimos en los que estamos sometidos, no sólo por el sencillo hecho de vendernos a precios miserables psicológicamente a cambio de estatus, pues eso también es un problema gravísimo, pero a eso no quiero llegar, trato de explicar, ahora y siempre, que nuestra creatividad se mide por medio de lo que socialmente ocurre y entonces deja de existir lo que Amalia llama flujo de creatividad natural y ahí solemos entrar al bendito calvario existencial.
El asunto no radica sólo en aquellos enredos, puesto que las personas no sólo han perdido el juicio sino que al igual que una máquina obsoleta, ya no captan los colores que tiñen la verdadera forma de vivir, estos se convierten en robots fáciles de manipular y todo pasa a ser problema del pueblo.
No sé a que demonios quiero llegar con esto... quizá, como siempre repite Camila, quiero comprender como es posible que nadie disfrute el arte, siendo que, es la parte frágil y desnuda del ser humano o puede también ser, que estoy tan furiosa con el pueblo porque sólo hay quejas y más quejas que taladran en mis oidos hasta darme verdaderamente cuenta que piden un cambio radical siendo que ellos mismos no quieren ni mover un pelo por mejorar todo, entonces pues ¿Qué quieren cambiar sin querer cambiarlo?
Emanuel dice que, la lluvia derrite la estupidez de las personas, entonces creo yo, que deberíamos todos darnos una ducha con gotas de lluvia en medio de un huracán categoría cinco, así probablemente, la realidad golpearía nuestros rostros y el aire abriría nuestros ojos, para caer en cuentas de que, nadie puede cambiar si no comienza por intentarlo el mismo.
No estoy en contra de mi gente, ni mucho menos; pero necesito un poco más de conciencia, de iniciativa y por sobre todo, valentía. Valentía y ganas, ganas de lograrlo, de quererlo o desearlo por lo menos. Porque la verdad, todos somos una sarta de inútiles quejumbrosos y pendejos, hasta el más atolondrado sabrá que es cierto, no me dejará mentir cuando digo que, sentados en el sofá de nuestra casa mientras nos rascamos la panza, miramos las noticias televisivas y décimos "Maldito gobierno hijo de puta" y así, seguimos y seguimos maldiciendo, inconformes con todo, pero con ganas de nada.
Y entonces heme aquí, quejándome de quien se queja, menos mal que soy idiota.