Capítulo 3: Una verdadera broma.

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Después el desacuerdo que tuve con Adela, me dirigí al gimnasio

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Después el desacuerdo que tuve con Adela, me dirigí al gimnasio. No soy de las que lloran en el baño; prefiero descargar mi frustración golpeando un saco de boxeo, imaginando que es la cara de Adela.

Hannah me sacó del gimnasio con la excusa de querer ver mi venganza en acción, y ante tal argumento, no pude negarme. Así que aquí estoy, esperando a que Adela abra su Coca-Cola. Aún no lo hace y faltan cinco minutos para la última clase del día. ¡Qué lentitud! Una tortuga ya habría abierto la botella.

—Ríndete, ella hoy no tiene ganas de Coca-Cola, igual que tú cuando pasaste dos semanas sin Pepsi después de haberte bebido doce litros en una hora —dijo Hannah, encogiéndose de hombros.

—En primer lugar, no me rendiré hasta ver su cara bañada en Coca-Cola. En segundo lugar, lo de la Pepsi fue por una apuesta. Y en tercer lugar, ese día gané quinientos dólares, lo que hizo que todo valiera la pena. En resumen, fue un día grandioso.

Al terminar de hablar, noté que Adela estaba a punto de abrir su Coca-Cola. ¡Aleluya! Dios escuchó mis plegarias. Adela abrió la bebida y esta le explotó en la cara con una fuerza moderada. Creo que ya no volverá a tomar Coca-Cola; quizás la haya traumatizado un poco con eso. Harmony Brooks, traumatizando personas desde 1998. Adela gritó hasta que la sustancia negra dejó de hacer su maravilloso efecto.

Hoy, Adela probablemente dejó de beber esa gaseosa y yo comienzo mi etapa de fanática. Olviden a los cantantes y actores, mi amor platónico es una Coca-Cola. Adela se marchó corriendo, pero no sin antes lanzarme una mirada fulminante. Sé que se vengará, pero habrá valido la pena.

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—¿Qué deberías mejorar? —preguntó Hannah en el camino a casa. Estaba haciéndome un test titulado «¿Qué cantante de los 80 serías?»—. A) Mi...

—Pero no tengo que mejorar nada, soy magnífica como soy.

—Cambiando de tema —dijo Hannah rodando los ojos—. ¿No piensas que ya hiciste suficiente?

—Al contrario, Hannah, poco a poco estoy logrando mi objetivo: Recuperar todo lo mío —respondí.

—¿Hasta a Brandon? —preguntó con voz asombrada.

—Sí, planeo recuperarlo para luego decirle que no y golpearlo en las pelotas.

—Qué dulce —dijo con sarcasmo—. Buen plan, pero Harmony, solo quiero que al final no te arrepientas.

—Tranquila, Hannah, te prometo que después de vengarme de Adela por última vez, todo acabará. Mañana me vengaré de Paige, pasado mañana de Brandon y el viernes de Adela de nuevo, pero esta broma será mejor que las anteriores. Luego todo será paz, amor y toda esa cursilería barata y trillada.

—No es cursilería barata y trillada.

—Lo dice la defensora del amor y de todo lo romántico —dije, como si estuviera presentando a las chicas superpoderosas.

—No te burles, el día que te enamores de verdad vas a ver que serás peor que yo, señorita, yo-jamás-me-enamoraré —dijo Hannah, tratando de imitar mi voz, pero le salía más una voz de niñita.

—Si llego a hablar así, por favor, golpéame.

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Al día siguiente, el instituto estaba extrañamente tranquilo, no me había cruzado ni con Adela ni con ninguno de su grupito. Ahora que lo pienso, también me parece extraño que ni Julie, ni Melanie, ni tampoco Matías me han reclamado por las bromas, seguramente están planeando una venganza colectiva contra mí. No me preocupa ninguno de ellos, son buenos con las bromas pesadas, no como yo, tienen talentos individuales que deberían servir para su venganza, pero no son capaces de unir las piezas del rompecabezas.

Melanie es buena haciendo virales noticias en segundos, Julie es buena con la fotografía y el video, Paige tiene malicia, Brandon ingenio para las maldades, Matías tiene amigos que podrían ayudarles y Adela es buena con las pinturas y el dibujo. No sé cómo eso ayudaría, ni tampoco sé por qué diablos lo mencioné, pero algo es algo, al menos ella sabe dibujar, yo solo hago dibujos de muñecos de palitos y casas con triángulos, rectángulos y cuadrados.

Estaba al final de la clase de educación física después de un emocionante juego de voleibol, el cual perdí, ya que no soy buena con los deportes, excepto el boxeo. Me fui a duchar para quitar todo el sudor de mi anatomía y así no espantar al resto de la humanidad con mi fétido olor, salí de las duchas y Hannah estaba afuera ya vestida, me dijo que me esperaría en la cafetería.

Cuando termine de vestirme con unos jeans grises, una camisa sin mangas azul, una chaqueta de cuero y converse negras. Abrí la puerta y cayó un balde de agua antes de que yo pasara y mojara mi chaqueta favorita.

—Te dije que se iban a vengar —dijo Hannah sonriendo mientras caminábamos por los pasillos del instituto atestado de gente—. Me encanta decir esto, así que lo diré: Te lo dije.

—¿Eso es lo mejor que pudieron pensar? ¿En serio? Ni siquiera lo grabaron, eso demuestra que no son competencia para Misión: VENGANZA, pero yo les enseñaré como se gana una guerra con trucos de la vieja escuela.

—Me rindo contigo— dijo Hannah levantando las manos en forma de rendición y yéndose de allí.

Antes de salir me puse a trabajar en una verdadera broma, sé que Paige entra al baño a retocarse antes de salir de McLean, ya que su mayor miedo es encontrarse con un chico guapo y que ella esté desarreglada.

Para iniciar mi venganza, coloque en el buscador de Google: «Donde consigo caca de animal en menos de cinco minutos», encontré un lugar y pedí excremento de camello. El lema de la página era «Te lo consigo en menos de 5 minutos o es gratis», el internet tiene de todo, bendito sea el que invento internet.

Fui al baño de las chicas a verificar que Paige estaba allí, efectivamente, se estaba maquillando. Me entregaron la caca, la coloque junto con otras cosas en una cubeta y posicione la cubeta arriba de la puerta en el ángulo ideal. Me coloqué en los casilleros de al lado, pobres de los adolescentes que tienen que soportar los malos olores del baño.

Dejo de pensar en las cosas de los demás y noto que se abre la puerta del baño, una confiada Paige sale de ahí y todo el contenido de la cubeta cae sobre ella, cayendo en su liso cabello restos de comida de lo que almorzamos ayer, su camisa de Channel color blanco ahora marrón, sus jeans de diseñador ahora con olor a mierda y sus preciados zapatos Louis Vuitton rojos con tanto excremento que ya no se diferencia que son.

—Así es la reversión de un clásico, querida— digo conun tono de superioridad—. No pensé que te tenía que enseñar cómo ser mala.

 No pensé que te tenía que enseñar cómo ser mala

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Misión: VenganzaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora