Capítulo1.- Ryan Jones

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   —¡El correo llegó! —gritó el joven cartero mientras depositaba el correo en la casa de los Joiner Halls.

La chica de cabello rubio le escuchó y salió corriendo arrebatándole de las manos las últimas notas que iba apenas a depositar.

   —Te llegó lo que esperabas, no es por ser chismoso pero sé, cuanto esperabas esa carta de Harvard.

   —¡Gracias Lucían! —exclamó demasiado contenta y rompió el sobre de papel donde le daban sus resultados. Leyó con mucha atención y casi se cae de la emoción al ver que la habían aceptado becada.

   —¿Y bien? Esa sonrisa me dice algo.

   —¡Me han aceptado! —gritó y se abrazó del joven. Él sonrió feliz por aquella chica tan triste que se había vuelto su amiga no exactamente mejores amigos pero confiaban en él y por ser sinceros, era la primera vez que la veía reír de esa manera.

   —¡Felicidades Luna!

   —¡Sophia, Lucían! No mates mi alegría.

   —Tú nombre es tan hermoso que no debe estar oculto.

   —Bien, ya que seguirás de mal amigo mejor ni me enojo que estoy muy feliz. —Luna nunca había simpatizado con las chicas, siempre tenía amigos o compañeros. Por la simple razón de que creía que tener amigas era la total hipocresía, ya que se criticaban y se envidiaban.
Prefería siempre la sincera compañía de chicos que nunca tratarían de verse mejor que ella, calzar o inclusive quitarle el chico que le gusta.

   —Espero te vaya muy bien, yo seguiré entregando el correo —se despidió con un abrazo y pasó sus manos por la espalda de la rubia.

   —Igualmente, Lucían. —Se separó de él dándole un beso en la mejilla y el joven cartero empezó su camino a las siguientes casas.

Lucían había acabado la preparatoria con ella, eran buenos amigos, él se lo había demostrado ya que muchos saliendo le habían dejado de hablar, hacia menos de un mes de su graduación pero él tampoco tenía los recursos para seguir estudiando y su padre trabajaba de cartero ahí en la misma empresa, pero lo ascendieron así que lo aceptaron.

Luna corrió dentro de la casa divagando como sería su primer día en esa universidad. Sabía perfectamente quién la ayudaría a seguir creciendo aquellos pensamientos, no espero mas y llamó a su mejor amigo.

   —¡Me han aceptado! —gritó cuando la llamada fue aceptada.

   —¿Por qué gritas? ¡Estaba dormido! ¡Me dará jaqueca!

   —¡Tú, eres el que está gritando!

   —Bien, ¡dejemos de gritar!

   —Bien, me han aceptado becada.

   —¡NO ME JODAS!— lo escuchó respirar con dificultad pero después siguió gritando—. ¡¿Cuándo supiste?! ¡¿Por qué no me habías dicho?! ¡HABLA!

   —Deja de gritar Joe, voy para tu casa y salimos. Ya sabes que no me gusta estar sola y mi padre no está.

   —Te espero.

Colgó y tomó las llaves de su auto, condujo a la casa de su amigo que sólo estaba a dos cuadras. Se fueron al centro comercial y se tomaron unos cafés helados que él invitó, Joe Reynods era un chico agraciado, guapo y demasiado sofisticado, sus padres eran millonarios por ser dueños de una empresa de cosméticos que ya había expansiones en distintas partes del estado, la  cual se hacia llamar como su apellido y siempre que le anunciaban decían: “Reina tu vida con elegancia” Joe reía a diario escuchando eso en su casa, lo sentía tan estúpido, pero cuando le daban dinero se le pasaba.

LA PRISIÓN DE LUNADonde viven las historias. Descúbrelo ahora