Capítulo 3.-Intimidar y gustar a la vez

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El pelinegro la observó con gran inquietud por su cabello. No era como le recordaba. No era ese rubio ceniza.

   —¿Quién eres? ¿Qué hago aquí? ¡¿Por qué me han raptado de esa forma?! —empezó a preguntar tranquila pero después perdió los nervios exclamando con brusquedad.

Necesitaba salir de ahí cuanto antes así que quiso pasar corriendo por su lado pero él la sujetó fuerte por la cintura.

   —Soy Alex, sé que fue mala tu captura y me disculpo por ello.

   —¿Mi captura? —sonrió sin gracia—. Lo dices como si fuera un objeto no me capturaste. Me robaste, ¡criminal!

   —Pagué por ti. —Murmuró cerca de su rostro, Luna se estremeció y en seguida supo lo que él quería así que lo golpeó y pateó hasta que se dio cuenta de que no podría librarse.

   —¡Sueltame, por favor!

Alex asintió y ella caminó hasta la gran cama. Por lo tanto él la contempló, tenía más centímetros de altura de lo que la recordaba y sus caderas eran más anchas por lo tanto su trasero había crecido, sin duda era una mujer muy hermosa. Siempre lo había sido.

Luna empezaba a desabrocharse la camisa a botones blanca que llevaba y su falda hasta que ambas prendas abandonaron su cuerpo dejándole ver un conjunto blanco de encaje. Él tragó saliva ruidosamente y lamió sus labios. Sentía su deseo crecer y hacer pasar sus pantalones demasiado pequeños para su amigo.

Luna se giró y se acercó a él, pasó sus brazos por sus hombros y le miró a los ojos. Por un instante tuvo que bajar la mirada, el frío verde de él, era tan penetrante que la hacia jadear con sólo verle, ella se sintió bien por haber causando tanto en él y tanto en ella, pero para el no era la primera vez que la veía así, cuando ya la había visto en su esplendor y gloria.

Le quitó el saco dejándolo caer al suelo. Desabrochó su camisa y observó el tatuaje que tenía, mientras que el luchaba por no ceder, no se podía resistir, quería besarle hasta desgastar sus labios, irrumpir entre sus piernas, deseaba darle placer y hacer que le recordara, que recordara como aquella noche había gemido un sin fin de veces por el, que cada poro de su piel reclamaba sus caricias y labios. Era una condena que no podía cumplir, pero no podía evitar que le gustara.

Mientras él se culpaba e intentaba desistir Luna empezó a besar su cuello, todo lo hacia por poder escapar pero no podía ocultar que olía estupendamente. Era un olor embriagador y excitante, menta, tal vez. Lo hacía pensando en Ryan pero no, su mente bloqueaba todo rastro de aquel castaño, un deseo por ese hombre empezaba a seducirla, su cuerpo era tan distinto, se tensaba con cada roce de ella y tenía una piel tan bien bronceada, tersa y suave.

Alex se alejó sabiendo que estaba mal tomarla, no podía hacerlo. Sin más se fue dejándola semi-desnuda.
Pensando que había fracasado Luna se vistió y se aferró a la cama mientras dejaba escapar varías lágrimas, su padre si le había puesto precio era más que la verdad.

Había pasado una semana desde que llegó a ese lugar. Eran tantos sentimientos resurgidos contra el, odio y deseos por gritarle lo basura que era. No podía creer que hombre como Alex hubiera comprado a una chica como ella. Menuda con demasiado culo pero sin muchas tetas. «Soy deforme y para acabarla desde el preescolar dijeron que los anteojos me hacían falta». Creía ser un desastre, totalmente.

Pensando que él tan sólo pudo comprarse a una chica modelo con muchas tetas y culo a la vez. «Me amo a mi misma amo mis tetas aunque no sean muy grandes son lindas pero ¿porqué tuvo que elegirme a mi? O ¿a mi padre...?»

Realmente la pregunta que quisiera saber su respuesta era, ¿cuánto había sido su precio?
Extrañaba tanto a Joe, a Ryan y aunque le doliera también a Adán, su padre.

LA PRISIÓN DE LUNADonde viven las historias. Descúbrelo ahora