Capítulo 4.- Me gusta Luna

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   —Yo... —Luna se quedó muda ante el, creyendo que su nombre en sus labios sonaba tan extraño era tan... ni ella misma lo podía expresar, era una sensación tan deliciosa, como si sus labios acariciaran el nombre, su risa era nueva para ella y para él también ya que no reía a menudo su trabajo era muy serio.

En esos cinco días era la primera vez que le oía así y realmente su risa parecía sincera aunque burlona. Acababa de decir que le gustaba, pero seguía sin poder creerlo. «Él sólo está jugando conmigo». 

   —Yo me llamo Sophia.

   —Me gusta Luna.

Una idea pasó por su mente invadiéndola, diciéndose que como le había comprado podría venderle pero por lo regular a las que venden son a las vírgenes. Y ella ya no lo era así que no le resultaría el plan. Tal vez su padre creía que lo era y por eso puso una suma demasiado grande por la virgen de su hija. Pero esa no era el caso, el no la había comprado para el. Él sólo quería hacer sufrir a Adán Joiner pero ahora que estaba así de cerca de ella tan sólo no podía evitar que le gustase más. Verla bailar de esa manera hizo que el sexo que había tenido hacia no mucho no se comparara con la erección que iba creciendo poco a poco.

   —¿A dónde ibas vestida así? —Luna ignoró su pregunta y habló antes de que el pudiera intimidarla.

   —Ya no soy virgen, no puedes venderme como lo hizo mi padre, ya no soy valiosa para ti así que dejame ir.

   —No te compré por virgen, aunque debo admitir que me hubiese gustado más que lo fueras. —Con las mejillas ardiendo y las esperanzas por el suelo miró la alfombra tratando de olvidar lo vergonzoso que había sido, y para él estaba más que claro que virgen no era.

Caminó bueno casi corrió a la cama y se aventó en ella. Estaba avergonzada en cierta parte, pero decepción era lo que la invadía por culpa de su padre.

Lamentándose por haberle dicho que le gustaba, Alex la escuchó sollozar y se sintió tan mal por ello. Sacó su móvil y buscó el número que necesitaba.

Sin poder evitar que las lágrimas llegaran se derraman humedeciendo su rostro. Quería irse, no quiero estar más allí. En ese lugar tan desconocido y apostaba que muy alejado de donde vivía y con un hombre que le intenta seducir después de comprarle.

Alex tecleó un mensaje y sin poder aguantar más se fue.
Luna se quedó ahí destrozada hasta que la puerta fue cerrada, se quitó los tacones y caminó al baño, necesitaba agua para tranquilizarse, para calmar aquel dolor de cabeza y más que nada el dolor emocional, muchos le habían hecho sentir que no valía nada pero su papá le acababa de demostrar que era cierto, el dinero pudo más que su hija de sangre.
Por su culpa ahora estaba sola en una habitación cada día. Y por donde quisiera mirar habían hombres con grandes armas. Nadie decía algo, sólo le ignoraban.

Después de refrescar su rostro regresó y quitó la ropa. Miraba todo borroso así que le sería difícil buscar algo.

   —Será mejor que te vistas vendrán a hacerte una prueba para tus anteojos. —Al instante de oír su voz Luna tomó la bata de baño y se la puso como pudo.

   —¿Podrías tocar antes de entrar? —Cuestionó pensando en que ya no podía ir peor todo.

   —Es mi casa.

   —Oh perdón, cuando quieras verme las tetas dime al cabo estoy en tu maldita casa debo obedecer.

   —¿Perdón? —inquirió él malhumorado, apunto de volverse rabioso por su contestación, si le quería ver los pechos pero no así  no de esa forma, sus manos tomaron el rostro de Luna para mirarle a los ojos —si quisiera hacerte mía lo hubiera hecho ya —, ella las alejo rápido y caminó a otro lado, todo por no tenerlo más cerca.

LA PRISIÓN DE LUNADonde viven las historias. Descúbrelo ahora