EXTRA

750 125 116
                                    

Lo encontré.

Fue una mañana fría, ya era víspera navideña y habían pasado casi cinco años que había terminado todo. Bert y yo habíamos acordado en salir a correr al parque, y como había frío, después pasaríamos por un café en nuestro lugar preferido.

Así que después de correr por una hora, nos encaminamos a la pequeña cafetería. Me había imaginado muchas veces nuestro encuentro, la mayoría en aquél sillón azul que ahora pertenecía al montón de basura de los Estados Unidos pero realmente nunca imaginé que sería de esa manera.

Había llegado a la conclusión de que si algún día me lo volvía a topar, mi mundo se desequilibraría. Que sería como si dos planetas colisionaran, pólvora y fuego, que explotaríamos tal vez. Sin embargo, no fue así, fue simple y no sentí nada, absolutamente nada, no había rencor, no había desesperanza, no había amor.

Él estaba un lugar adelante de la fila, Bert había desaparecido para ir al baño. Yo no había notado su existencia hasta que miró hacía atrás y yo hacía adelante, nuestros ojos toparon. No hubo chispa, no hubo nada, yo sonreí y él devolvió el gesto, estaba incómodo, podía notarlo.

- ¿Gerard? -preguntó, aunque sabía la respuesta, él sabía que era yo- ¡Wow! Mírate, luces increíble.

- Gracias, ¿Qué tal te va? -me malaventuré a preguntar.

- Escucha, necesito hablar contigo, yo... Realmente no quería dejarte así pero no encontré otra manera, yo era un inmaduro de mierda y necesito pedirte perdón...

- No te preocupes -sonreí- eso no importa más.

- Tal vez podríamos volver a intentar, lo de nosotros era único, era especial; estamos hechos el uno para el otro -sonrió, mientras tomaba mi mano izquierda.

- Frank, yo no quiero ser grosero, pero creo que te equivocas de persona.

- Gerard por favor, sabes que aún me amas -sus ojos buscaron los míos, pero yo me negué- así como yo te amo a ti.

Él realmente se veía demacrado, estaba muy delgado y había bolsas debajo de sus lindos ojos. Me recordaba los últimos días que habíamos pasado juntos, tan preocupado como siempre, tan inexperto.

- ¿Y qué pasó con la persona a la que habías conocido? -cuestioné, mientras rogaba que Bert llegara.

- Yo la dejé, días después de haberme marchado. Porque sólo pensaba en ti, porqué sólo te amo a ti.

- No lo creo y lo siento Frank, perdón, pero no puedo aceptarte. Me caso dentro de 3 días -le mostré mi anillo plateado, que adornaba mi dedo anular.

En sus orbes pude ver la decepción, entonces sentí una manos rodear mi cintura y unos labios besar mi oreja. Sonreí, era Bert, después tomó mi mano y entrelazó nuestros dedos, ambos teníamos la misma sortija, en el mismo dejo, brillante, representante de nuestro amor.

- Tardan mucho en atender, pero creo que vale la pena -rió Bert- aún no puedo creer que dentro de tres días, estaremos aquí, casándonos.

- ¿Entonces es verdad que te vas a casar? -interrumpió Frank, yo lo miré y asentí- Creí que era mentira de Mikey.

- ¿Quién es tu amigo, Gee? -Bert preguntó, mientras me miraba con esos ojos azules que tanto me gustaban- eres un mal educado, amor.

- Perdón, él es Frank. Frank, él es Bert -ambos se miraron, después estrecharon sus manos.

- El siguiente de la fila, por favor.

- Creo que ese eres tú, Frank -agregó mi prometido.

Él sólo nos miró y yo sentí pena, pero Bert era la persona a la que amaba, era el que me había brindado mi segunda oportunidad. Mi pasado y mi presente habían chocado, y no fue una catástrofe como yo había predicho. Y eso era porque yo estaba seguro de que mi futuro sería mejor, porque las medicinas ayudaban y porque Bert también lo hacía, incluso más de lo que había hecho Frank.

Logré mirar como el chico del que había estado enamorado 5 años atrás, salía de la puerta. Sus ojos estaban cristalinos y la nariz roja, esa era la primera vez que veía a Frank Iero llorar por mí, era desconcertante porque ya me había perdido, y ni era culpa mía, era su culpa. Mi pasado se alejaba cada vez más, cada paso que el daba, pero no importó porque ahí, a mí lado estaba el salvador de mi vida y sabía que estaría bien.

El día de mi boda, mis padres, Mikey y la familia de Bert estuvieron presentes, todos con grandes sonrisas y elegantes trajes costosos. Aún recuerdo ver llorando a mi madre de felicidad, mi padre con una sonrisa de oreja a oreja y Mikey apurado por los anillos de matrimonio, el Juez estaba ahí para unir nuestras vidas, nuestros lazos.

- Te amo -había dicho Bert.

- Y yo te amo infinitamente -ambos sonreímos y después colisionamos nuestros labios, en un beso puro como nuestro amor.

Sabía que podía morir en paz, porque había encontrado a mi media naranja. A la otra parte de mi rompecabezas, la mitad de mi alma. Bert estaría ahí para mí, como yo para él. Yo era el cielo azul rey, y él era la estrella mayor, linda y dorada, brillante.

Bert, yo, infinitamente.

Una nota pegada en mi viejo departamento yacía ahí, rota por la mitad y con mala caligrafía, la adornaba. Sabía quien era.

«Está bien, yo estaré bien»

Y supe que ambos habíamos cerrado el ciclo.

T.O.C.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora