Capítulo Quinto

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Paul se despidió de mi con un beso en la frente...sus labios eran cálidos y suaves. En cuanto soltó mi mano volví a sentir un vacío enorme que me quitaba la respiración como si hubiera unas manos ahogándome poco a poco...disfrutando de mi asfixia.

Estaba en el salón con padre, que ya había vuelto de Oxford. Había empezado a llover y la sala estaba oscura, únicamente iluminada por la chimenea.

Papá y John habían regresado al anochecer, pero ninguno habló conmigo...parecían enfadados. John se había encerrado en la biblioteca sin mirarme siquiera al pasar por la puerta.

- Padre, ¿qué tal ha ido en Oxford?

- No ha sido muerte natural...es lo único que sabemos. Tu hermano está arriba leyendo algunos libros en busca de evidencias, podrías subir a ayudarle.

- De acuerdo padre, le acompaño en el sentimiento.

Papá me abrazó con fuerza mientras me acariciaba el pelo. Sentí que pasaba algo, que le preocupaba realmente la muerte de su amigo.

Había llegado el invierno a nuestra casa...el frío era notable al subir las escaleras, el papel florido de las paredes se levantaba por la humedad, las estancias de la casa tenían un ambiente lúgubre y sinestro.... El invierno también afectaba a las personas. Todos en la casa estaban más antipáticos, más huraños e infelices. A diferencia de la gente normal, yo amaba el invierno...su oscuridad, la lluvia, la nieve blanca y pura, el viento contra los cristales, el sonido del agua cayendo en el río. Lo único que odiaba del frío invierno era que siempre se me quedaba la nariz congelada...aunque eso se arreglaba con los chocolates calientes de la señora Johnson.

La biblioteca estaba al final del pasillo, un pasillo que era iluminado por los rayos que caían por la tormenta. Me disponía a llamar a la puerta, pero justo en ese momento salió John de la sala. Me miró con desprecio al salir, no dijo nada...simplemente tenía el ceño fruncido. Seguí a John hasta su habitación, la puerta estaba entornada y decidí asomarme. El suelo estaba lleno de papeles y libros. John estaba inquieto paseando de un lado a otro de la habitación levantando los papeles del suelo a su paso. Empujé un poco la puerta y John se paró en seco mirándome fijamente. Mi respiración se aceleró por un momento mientras entraba a la habitación dando pequeños pasos...entonces John apretó los puños. Me giré para irme, pero John fue rápido y me cerró la puerta. Los brazos de John me cerraban el paso...yo estaba mirando hacia la puerta todavía algo asustada cuando su firme mano se posó sobre mi hombro con intención de que me girara hacia él. Sus ojos antes verdes y dulces, se habían tornado en un negro azabache lleno de ira. Cerré los ojos mientras aguantaba la respiración. Los latidos de mi corazón retumbaban en mi cabeza, pensamientos e ideas daban vueltas en mi cabeza, todo era tan...confuso. Abrí los ojos, cogí fuerzas y miré fijamente a los ojos de John ocultando mi aparente miedo. La respiración de John era acelerada y al mismo tiempo entrecortada... Su cuerpo estaba pegado al mío y podía casi contar los latidos de su corazón por minuto. Me disponía a hablar, necesitaba que John se tranquilizara, pero no pude decir palabra pues John metió la mano entre mis cabellos y me atrajo hacia sí para besarme.

Llevaba desde principio de mi adolescencia deseando besar esos labios prohibidos y nunca había imaginado que sería así. La respiración de John se relajó al igual que el ritmo de su corazón. Fue un beso dulce, lleno de sentimiento y sus labios, oh sus labios...estaban ardiendo.

- Dios mío John, estás ardiendo. Le diré a la señora Johnson que me dé un barreño con agua fría y unos paños.

- Anne no me dejes por favor, no vayas, quédate conmigo, olvida todo y deja que nuestros labios hablen de amor.

- Estás delirando John. No tardaré nada, lo prometo.

Despejé la cama de papeles y libros y los coloqué cuidadosamente sobre el sillón de la habitación. Tumbé a John sobre su cama, le desabroché un poco la camisa y aflojé sus pantalones. Cerré la puerta de la habitación, recorrí el pasillo revisando cada habitación y bajé las escaleras en busca de Soffi. Papá seguía en el salón leyendo el periódico adormilado por el calor del fuego. Me dirigí a la cocina y encontré a Soffi que me llevó al cuarto donde estaba la señora Johnson.

Soffi me ayudó a subir el barreño de agua y los paños para bajar la fiebre a John.

- Señorita, ¿necesita que llame al doctor?

- Yo me encargo Soffi, no te preocupes. Avísame cuando llegue madre para informarle de la situación.

- La señora ha decidido pasar unos días en casa de su hermana, no volverá hasta la semana que viene.

- De acuerdo, entonces me encargaré yo.

- La señora Johnson y yo estaremos a su disposición. En un rato les subiré una infusión de hierbas para bajar la fiebre

Asentí dando las gracias a Soffi y cerré la puerta de la habitación de John tras de mí. Me senté al borde de la cama con el barreño a los pies y comencé a mojar paños para ponerlos sobre la frente de John. Tras una hora cambiando paños cada cinco minutos, John no mejoraba. La fiebre había subido.

Salí de la habitación corriendo, me asomé a las escaleras y llamé a Soffi a gritos. Enseguida escuché su voz juvenil por el pasillo. Al ver mi cara de preocupación, la cara de Soffi cambió de color y de expresión.

- Soffi, necesito que me ayudes a levantar a John para sentarlo en el otro sillón.

Soffi asintió y rápidamente entró a la habitación a ayudarme. Llevamos a John hasta el sillón y empecé a desnudarle.

- Ahora necesito que deshagas la cama y que dejes una sábana para taparle de cintura para abajo.

Mientras Soffi quitaba mantas, colchas y sábanas, yo me dirigí hacia la ventana. Abrí ambos cristales y las cortinas empezaron a realizar movimientos ondulatorios como si de un fantasma se tratase.

Soffi me ayudó a llevar el cuerpo semidesnudo de John hacia la cama, le tapé con una sábana y volví a cambiar el paño de su frente.

- Puedes retirarte Soffi. Me quedaré aquí toda la noche y me taparé con las mantas de la cama, no te preocupes por mi.

Soffi salió de la habitación cerrando la puerta. John y yo volvíamos a estar solos en la habitación.

Estuve durante horas cambiando paños hasta que la fiebre empezó a bajar y pude descansar un poco. Me tumbé al lado de John y me tapé con algunas mantas. Acaricié por un momento el torso desnudo de John en la oscuridad y noté que algo faltaba, la cadena que colgaba del cuello de John estaba vacía, faltaba el amuleto que llevaban papá y él. Era una piedra roja que protegía a la familia. Pensé que la piedra estaría perdida por el suelo de la habitación. No di importancia al amuleto, me importaba más la fiebre de John.

La lluvia había cesado, al igual que el fuerte viento que soplaba. La ventana de la habitación seguía abierta, pero las cortinas ahora realizaban una suave ondulación. Miré las cortinas mientras me intentaba quedar dormida hasta que finalmente dejaron de moverse y mis ojos se cerraron.

Desperté agitada. John estaba teniendo pesadillas y no paraba de balbucear. Intenté despertarle, pero la fiebre había subido y no le dejaba abrir los ojos. La habitación estaba helada y las cortinas habían empezado a ondular bruscamente de nuevo. Observando las cortinas, me di cuenta de que había una sombra deforme tras las cortinas. Una de las cortinas ondulantes se detuvo ante la sombra dejando ver la forma real de la sombra. Había alguien en la habitación. Empecé a notar unas manos grandes y fuertes en mi cuello. Me estaba asfixiando. Antes de desmayarme, miré a John que había abierto los ojos, pero no se movía.

Noté que alguien me cogía en brazos, pero no pude abrir los ojos y tampoco podía moverme. Por fin abrí los ojos, seguía en la habitación de John, pero estaba sentada en el sillón sin poder moverme. La sombra de la ventana avanzó hacia mi. Tenía forma humana, pero no parecía humano en absoluto. Únicamente se veían sus ojos en la oscuridad. La sombra se acercó a la cama, rozó el pecho de John con uno de sus dedos y John gimió de dolor.

- ¡No! ¡Para por favor!

La sombra se acercó a mi, notaba su respiración en mi cuello, pero antes de que la sombra pudiera hacerme algo, papá entró en la habitación y la sombra huyó por la ventana.

- Padre....


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