Capítulo Sexto

72 7 3
                                    

Desperté en mi habitación, miré alrededor y no había nadie, ni siquiera Soffi, pero se oían murmullos en el pasillo. La ventana estaba abierta de par en par, las cortinas azules ondulaban con el suave viento de la mañana. Era una mañana fría, pero había salido el sol. El ondular de las cortinas me recordó algo...JOHN...Intenté levantarme de la cama, pero de nuevo tenía esa extraña sensación...no podía moverme.

- ¡Soffi! – grité hasta desgañitarme.

Las voces del pasillo cesaron por un momento...mi respiración también cesó por unos segundos. El pomo de la puerta hizo su particular sonido y vi aparecer una cara desconocida.

- Señorita, será mejor que no se mueva. Me presento, soy un amigo de tu padre, el señor Wickham, enseño medicina en la universidad. He venido a trataros a ti y a John, vuestro médico de confianza estaba de viaje.

- ¿Por qué no puedo moverme? – dije asustada.

- La fiebre te está afectando al sistema nervioso, por ello has de descansar.

Asentí algo confusa mientras el amigo de papá se iba de mi habitación. Cerré los ojos haciendo caso al consejo del doctor. Comenzaron las pesadillas....

Abrí los ojos. Estaba en el pasillo de la segunda planta, donde papá nos prohibía subir de pequeños. Empecé a andar tanteando las paredes y el suelo a oscuras. Al final de pasillo vi una luz blanca y tenue que decidí seguir. Corrí por el pasillo hasta que éste se tornó en un acantilado donde las olas chocaban y rugían brutalmente. Yo estaba al borde del acantilado, sin mirar abajo, intentando mantener el equilibrio para no caerme. Entonces...dejé de oír las olas chocando, solo era capaz de oír mis latidos. Caí al vacío. Abrí los ojos de nuevo. Estaba a salvo, en mi cama con las ventanas abiertas y las cortinas ondulando, pero notaba algo en la habitación que me asfixiaba...aún no había despertado. A los lados de la cama aparecieron John y Paul, pero tenían algo distinto, John tenía los ojos negros y los dientes terminados en punta, mientras que Paul estaba algo más oscuro y con una sonrisa demoníaca.

- ¡Papá! –grité en sueños.

Papá abrió la puerta y entró corriendo con Soffi a la habitación, ambos con rostros pálidos.

- Anne, ¿pasa algo? – dijo mientras Soffi me tocaba la frente.

- Papá...tenía una pesadilla.

- Le ha subido la fiebre señor, habrá que bajársela – dijo Soffi preocupada.

Al poco de irse, Soffi regresó con un barreño con agua bien fría y algunos paños. Supuse que la noche sería larga y no me equivocaba...

La habitación estaba oscura, solo una vela iluminaba la cara de la humilde Soffi que dormía en el sillón de la esquina. No era consciente de nada, no sentía nada, pero mis ojos estaban abiertos observando. La madera del suelo crujía de vez en cuando, como un quejido mudo en mitad de la noche. Me estaba muriendo. Presentía mi trágico destino. La fiebre se llevaría mi alma. Estaba dando mi último aliento al mundo, a la oscuridad de la noche, a mi querida Soffi durmiendo cual bebé recién nacido...pero no, no era mi momento. Alguien me sacó de la oscuridad profunda en la que me estaba sumiendo. Una mano cuyo dueño no tenía rostro me sujetó mientras caía.

- ¿Qué tal se encuentra señorita? – preguntó Soffi al verme de esa forma.

No contesté, algo que alarmó terriblemente a Soffi, pero al tocarme notó mi cuerpo cálido y mi casi inexistente respiración. Soffi me sentó en la cama y fue entonces cuando reaccioné.

- Me había asustado usted señorita.

- Yo también estaba asustada Soffi...

Papá y Soffi me ayudaron a bajar las escaleras y me sentaron en el sofá junto a John, cerca de la chimenea. Nuestro doctor había venido a revisar nuestro estado y para valorar si debían ponernos en cuarentena. Finalmente el doctor determinó que teníamos un simple resfriado que era característico por causar fiebre alta.

London's SecretsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora