Capítulo 10.

90 6 0
                                    

—¿Está viva?

—¿Cómo no va a estar viva, idiota?

—Scott le ha dado muy fuerte.

—Sois unos exagerados.

—Pues yo creo que sí que ha muerto.

—Callaos ya, gilipollas. Está despertando...

Abrí los ojos a duras penas, escuchando palabras a lo lejos que se me hacían difíciles de entender. Estaba tumbada en el suelo, y las luces de la sala de entrenamiento me golpeaban directamente en la cara.

Empecé a distinguir sombras, y poco después ya podía separar las voces y ordenar las palabras que llegaban a mis oídos. Y cuando al fin conseguí abrir los ojos del todo no me sorprendió encontrarme con las caras de cuatro personas justo encima de mí, a una distancia impresionantemente incómoda.

—Os lo he dicho, no estaba muerta —sentenció María, poniéndose de pie y cruzándose de brazos.

—Pero por poco —añadió Finn.

—Lo que pasa es que sois todos unos débiles. Un pequeño golpe en la nuca y ya estáis montando el teatro.

—Perdonad, pero sigo aquí —interrumpí—. ¿Me ayudáis a levantarme? Un poco de compasión, coño.

Dicho y hecho. Muy listos no, pero al menos serviciales sí son.

—¿Recuerdas lo que ha pasado?

—Creo que... Vine a entrenar, y me encontré con Scott, que estaba con los sacos de boxeo —lo miré, y me miraba, pero tenía una expresión que no conseguía descifrar—. Estuvimos entrenando un poco de lucha cuerpo a cuerpo, y lo último que recuerdo es ver cómo alzaba la pierna. Y ahora estoy aquí contándoos esto.

—Tío, eres un bruto. ¿Aún no eres consciente de la fuerza que tienes? —regañó Aroa a Scott, quien rodó los ojos—. Te dio un golpe con el talón en la nuca. Un poco más fuerte y esto se habría quedado en algo más que un susto.

—Bueno... No importa. No ha pasado, así que ya está —dije—, podemos olvidarnos del asunto.

—Si tu lo dices... —Finn miró de reojo al castaño que había sido mi agresor—. Te he hecho un pequeño chequeo y parece que no tienes contusiones en el cerebro ni nada roto. Creo que estás bien, aun así, no nos hemos atrevido a moverte. Pero deberías descansar.

—¿Cuánto tiempo he estado inconsciente?

—Una hora y media, calculo.

—Suficiente descanso. Voy a seguir entrenando.

—Pero... —Mi mirada le hizo callarse—. Bueno, de acuerdo, pero lleva cuidado. Y tú —señaló a Scott—, también.

Entre vosotros y yo, últimamente no he estado muy bien. Todo el cambio que ha sufrido mi vida me ha afectado más de lo que me gustaría admitir.

Llevamos ya en el almacén unos diez días, en los que han habido un par de ataques a los que han tenido que asistir Scott, Andrea y Aroa como agentes de La Por, y en los que María, Finn y yo hemos comenzado a entrenar. Y no solo nosotros.

Esto es una locura. En el almacén del PPV hay por lo menos 40 internos comenzando a entrenar para desarrollar sus habilidades para aprovecharlo en nuestro beneficio. Y en lo que llevamos viviendo aquí he conocido a personas que lo llevan bien, otros que lo llevan regular, otros que lo llevan mal y otros que visitan al psicólogo cada día. No sé yo si también me lo debería empezar a plantear.

El caso es que vengo a la sala de entrenamientos cada día, porque necesito desahogarme. Es el único sitio del almacén en el que me encuentro prácticamente bien, podríamos decir. Y lo mejor es el rinconcito que hay para boxeo. Está en una habitación al fondo de la gran sala de entrenamientos, con paredes grises acolchadas, suelo acolchado de igual manera, puertas grandes de cristal blindado y cinco sacos que son gloria bendita para los que venimos a desfogarnos.

Has llegado al final de las partes publicadas.

⏰ Última actualización: Feb 11, 2016 ⏰

¡Añade esta historia a tu biblioteca para recibir notificaciones sobre nuevas partes!

Y de repente, apareciste. [PAUSADA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora