—Pobre hombre— apoyada en la mesada de la cafetería—dejar a esta belleza de mujer.
Estaba en mi descanso, así que decidí ir a la pequeña sección de recreo a fumar cerca de una ventana con vista a la ciudad.
— ¿Richard?—Cary de 25 años y su voz chillona se fueron acercando hasta situarse a mi lado, una taza de café entre sus garras.
— ¿Qué?—pregunté observándola detenidamente.
Rubia, ojos celestes, 1.60 de alto, copa B, cuerpo de reloj de arena, piel blanca. Típica perra.
Hace más de 40 años que trabajo en Exposs, no me sorprendería saber que ya todos conocen muy bien mi vida.
Saqué un cigarrillo de mi bolso y palmeé los costados de mi saco beige para encontrar un encendedor.
— ¿No era Richard O'Brien tu ex marido, Querida?—Cary tomó su quinto sorbo de café—Haz estado casada por cuánto, ¿30? ¿35 años? Richard seguramente habrá tenido sus motivos—sacudió su melena para luego inclinarse un poco hacia mí—escuché que te dejó por la chica del supermercado.
Chasqué mi dedo contra la pequeña tuerca del encendedor provocando débiles chispas.
La maldita cosa, se había acabado.
—Si la vida de esta vieja guapa es tan importante como para decir que Rich...—pensé un segundo—el pobre hombre tuvo "razones para dejarme" por la empleada del supermercado, entonces puedo decirte mi querida Cary, que deberías contar primero los reconocimientos que obtuviste a lo largo de tu carrera aquí en vez de andar parando la voz chillona que tienes esparciendo lo que hacen los demás.
La cara de Cary enrojeció y sin decir una palabra, bebió otro sorbo de café y desapareció de mi vista.
Richard y yo estuvimos juntos desde la secundaria, él era mariscal de campo y yo solo disfrutaba verlo jugar.
Al graduarnos tuvimos que recorrer caminos distintos; él en las grandes ligas y yo en gestión de empresas. Pasaron varios años hasta que nos volviéramos a encontrar en un viejo parque de la ciudad, donde siempre acordábamos nuestras reuniones, y me pidiera matrimonio.
Al principio todo fue color de rosa; nos mudamos a una gran casa de dos pisos con un amplio patio, tuvimos a Matt y Julia, compramos un pitbull...Todo genial. Pero luego los hijos crecieron, se mudaron e hicieron su vida. Y uno envejece, obviamente.
"Más grandes, mas gruñones" solía decir mi hija. Y era cierto. Había días en los que Richard me sacaba gravemente de las casillas y realmente deseaba agarrar la sartén de la cocina y darle unas buenas lecciones, pero lo amaba así que me abstenía. Hasta que llegué a casa con las compras de la semana y escuché gritos.
¿A quién estarán matando? Me pregunté esa vez. Dejé las bolsas en la cocina y subí las escaleras. A medida que avanzaba a nuestra habitación, los gritos se transformaron en gemidos y gruñidos. Me volví loca.
Aún sigo esperando lo que me corresponde del divorcio.
— ¿Algo importante?—Sharon, mi fiel camarada, extendió su brazo y con su encendedor prendió mi cigarrillo.
—Gracias, Shar—di una larga calada antes de sacarlo en una nube de humo por mi boca—ya sabes, lo mismo de siempre—le ofrecí de mi cigarro, ella señaló una taza con té de manzanilla.
—Descuida Doris, algunos se divierten más hablando de los demás que preocupándose por su trabajo.
—Y por eso eres mi joven amiga—sonreí— ¿Mal de estómago?

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Older Love (Mini-historia)
RomanceDoris tiene más de 60 años, pero aún lleva una vida aburrida en la oficina donde trabaja. Ella desarrolla una obsesión por un colega más joven . Después de asistir a un seminario de autoayuda, Doris está decidida a intentar un romance con su pretend...