24.- Te amo.

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Se arrepintió de inmediato. Haberle escupido a su hyung. Era un maldito asqueroso y aparte grosero, mas tenía todo el derecho de enojarse de esa manera. Había sufrido bastante por culpa de TaeHyung. No porque recién se diera cuenta de lo desquiciadamente enamorado que estaba por su hermano significaba que podía arrastrarse como perro por él. ¿O sí? En realidad, solo sabía que el que TaeHyung jugara así con él y con Jimin de esta manera le molestaba.

Empezó a llorar apurado, atragantándose con sus espasmos. Golpeó su almohada y soltó estridentes sollozos.

No lo decía en serio, JungKook aún quería seguir siendo el bendito juguete de su hermano, aunque este lo rechazara y lo tomara como escoria después, JungKook se sentía atado hacía TaeHyung, aunque se tratara de algo unilateral.

Se limpió los mocos con la muñeca, y en medio de todo se quedó dormido, con la nariz roja y las lágrimas secándose en sus mejillas.

Al despertarse cayó en cuenta que era nuevamente de día y se alzó rápido de la cama, empezó a inspeccionar el lugar, y no, no había nadie. La casa estaba vacía en su totalidad. Viró los ojos. De nuevo estaba solo.

Buscó desesperadamente, no estaba TaeHyung. La cabeza le dolía en cierto grado pero quería aguantarse del molesto retumbeo que le provocaba. Hoy si tenía que asistir a la escuela, había prometido ser más responsable con sus estudios. Ni idea de lo que había ocurrido un día antes, le fastidiaba tener que pensar en ello y comprendió que no era necesario pensarlo tanto que de igual modo no recordaría.

Le preocuba no encontrar a su hyung ¿Y si estaba con Jimin? Su madre tampoco se encontraba ahí. Había una sensación de vacío en su pecho. Era un poco nostálgico darse cuenta que las cosas no eran como antes. Antes, por decir unos cuantos años atrás, JungKook despertaba por las mañanas y encontraba el desayuno hecho por las expertas manos de su dulce y apasionada madre, a su padre leyendo el periódico listo para ir al trabajo y a su hermano quién en esos tiempos ni le tomaba importancia. Pero eran buenos tiempos, tranquilos. Ahora JungKook veía el desorden de la casa y el olvido de esta. Hace unos cuantos años todo era felicidad, de alguna manera pero lo era.

Con la mochila lista y (por costumbre) una manzana roja como refrigerio, salió de la casa directo a la escuela, pensando que en cuanto regresara encontraría su hyung esperándole.

Cuando llegó a la escuela, el primero en abordarlo fue NamJoon, a quién a penas vió, logró ponerle nervioso. Aún recordaba el raro abrazo. De igual tampoco quería toparse con nadie, la cabeza le estaba matando y sentía que en cualquier momento arrojaría lo que sea que tuviese en el estómago.

NamJoon no le dijo nada, pero le siguió por atrás mientras él avanzaba a su primera clase.

-Buenas, JungKook, no saludas si me ves aún así- Habló con sorna el rubio por detras suyo.

Ni siquiera se le ocurrió responderle en un primer lugar, hasta que NamJoon le tocó el hombro deteniéndolo.

-¡Hey! Jungkook, ¿Todo bien?

JungKook volteó y asintió para después escabullirse del otro. La cabeza estaba que le reventaba.

No, nada estaba bien, no olvidaba como había quedado la última vez con NamJoon. Tan incómodo.

Relamió sus labios sin saber que hacer. El rubio formó una risa amarga por ello.

Empezaba a exasperarse y estuvo dispuesto a irse para dejar de lado el encuentro, pero NamJoon se aferró de su brazo izquierdo y lo condujo hacía el salón de clases más cercano. JungKook no tenía ni fuerzas para andar quejándose aunque estaba confundido. NamJoon se fijó de la presencia de nadie por ahí y lo arrinconó en la blanca pared , cerca al escritorio del maestro Hang.

My bad brother 《VKook》Donde viven las historias. Descúbrelo ahora