Game over: parte tres.

74 9 6
                                    

Viví encadenado a ti por años. Eras esa piedra que siempre se metía en mi zapato, no importaba el camino que tomara, al final de él siempre te encontrabas tú.

Me reproché tantas ocasiones el no expulsarte antes de mi vida. Pero me era imposible hacerlo. Te aferraste en lo más profundo de mi ser, e intentar sacarte era más doloroso que dejarte ahí.

Echaste a perder mi vida, Meredith. Me dejaste convertido en una ruina, una que nadie se atrevía a estudiar de cerca por miedo que se derrumbara.

Cambiaste totalmente mi rutina. Pasé de ser aquel chico tranquilo, a aquel grano molesto en el trasero de todos.

Terminé con una madre triste y frustrada, amigos yéndose lejos de mí y un montón de personas señalándome decepcionadas.

Abandoné a todos por ti. A mi madre, a mis amigos, me abandoné a mi mismo.

Una salida los fines de semana, una cena familiar, un estreno emocionante de alguna película de acción ya se veían cada vez más lejanas y borrosas en mi vida.

Ya nadie queria formar parte de este desastre que dejaste.

Me costó tanto recuperarme, Mer, pero lo hice.

Ahora mismo acuden a mi mente la cantidad de desplantes que me hiciste, las maneras tan descaradas como acuchillabas mi corazón cada que podías:

-Cuando frente a mí le entregabas tu cuerpo a cualquier tipejo que se te ponía enfrente.

-Cada que te burlabas de mi manera pasiva de ser.

-Cuando, frente a tus amigos, me ponías como tu sirviente.

-Esas veces en las que ocupabas mi auto para follar con tu chico de día.

Me matabas, Mer, y te satisfizo cada vez más el ver mi dolor y mi desesperación.

¿Cuántos hombres se posaron entre tus piernas y te robaron más de un quejido?

Demasiados.

Perdí la cuenta.

Pero, ¿Alguno de ellos te hizo en realidad sentir completa? ¿Alguno de ellos te hizo feliz?

Eso fue lo que me dolió más, Mer. Que supieras, que fueras consiente que mi amor por ti era puro y desinteresado y, que aún así, prefirieras ser solamente usada por hombres que nada más te querían para unos cuantos minutos de placer.

Yo te quería de verdad, Meredith.

¿Recuerdas aquella vez cuando, después de dos años de conocernos, sobria y consiente de tus actos te desnudastes frente a mí?

Me provocaste, Mer, pero me rehusé a tomarte en aquel lugar. Me insultaste, te enfadaste y huiste de ahí haciéndote la ofendida, solo para hacerme sentir mal.

No lo entendiste, yo no quería eso, yo quería amarte de la manera en la que ningún otro hombre lo había hecho.

Me provocaste tantas veces hasta que al final me rendí y terminé siendo el chico que te daba placer cuando no encontrabas a nadie más que lo hiciera.

Me matabas, Mer. Sí, lo digo de nuevo.

Admito que para mí se volvía cada vez más difícil mantener mis manos alejadas de ti. Eras hechizante toda tú.

Con esa cabellera tan larga y castaña, esos ojos dorados como la miel, esa piel tan pálida y suave...

Para mí eras una clase de diosa inalcanzable. Detestaba tenerte entre mis brazos y que no me pertenecieras, porque yo ya era completamente tuyo.

FLYINGDonde viven las historias. Descúbrelo ahora