Por brillar sin ser estrella.

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Y comprendí que habían personas que brillaban sin ser estrella,
y silencios que separaban sin ser kilómetros.

Que la vida es un sin sentido, que nos desesperamos por dárselo.

Un sentido con nombre y apellidos.
Un sentido que nos abrace por las noches y que no se vaya al vernos las cicatrices: que las comparta con nosotros.

Y que,
ojalá,
pudiésemos elegir de quién enamorarnos,
y hacerlo de aquella persona que sepa querernos y sé que las noches de insomnio contigo valen la pena.

Que también merecemos sangrar por alguien que,
luego,
venga a curarnos.
De que hay que sonreír a los amaneceres,
pero siempre envueltos en las sabanas como dos jóvenes,
alocados.
Ni a la pequeña idea te haces de lo que me gusta saborearte tanto,
pero tengo miedo de desgastarte,
pero eso es una cosa improbable y si no
que me lo digan a mí cielo,
que contigo y con tus labios no hay quien me pare,
ni quién me frene.
Echaba de menos sentirme así,
me echaba de menos a mí y quizás te echaba de menos a ti,
sin a penas conocerte.

Que las cosas llegan cuando menos las esperas y tú,
por fin has llegado.

Cuida de mi.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora