El Baile No Es Cosa Para Mí

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Celebró por entonces el rey unas grandes fiestas, e invitó a ellos y a todos los jóvenes del país para que su hijo eligiera el que más le agradase por esposo. Cuando supieron los dos hermanastros que debían asistir a aquellas fiestas estaban muy satisfechos y preocupados de elegir los trajes y peinados que mejor les sentaran; nuevo trabajo para Ceniciento pues era el quien planchaba la ropa de sus hermanos y plisaba los adornos de sus trajes. No se hablaba más que de la forma en que irían trajeados.

-Yo, dijo el mayor, me pondré mi traje de terciopelo rojo y mis adornos de Inglaterra.

-Yo, dijo el menor, iré con mi traje sencillo; pero en cambio, me pondré mi abrigo con flores de oro y mi prendedor de brillantes, que no pasarán desapercibidos.

Manos expertas se encargaron de armar los peinados de dos pisos y se compraron lunares postizos. Llamaron a Ceniciento para pedirle su opinión, pues tenía buen gusto. Ceniciento los aconsejó lo mejor posible, y se ofreció incluso para arreglarles el peinado, lo que aceptaron. Mientras los peinaba, ellos le decían:

-Ceniciento, ¿te gustaría ir al baile?

-Ay, señoritos, se están burlando, el baile no es cosa para mí.

-Tienes razón, se reirían bastante si vieran a un mugroso ceniciento entrar al baile.

Otro que Ceniciento, les habría arreglado mal los cabellos, pero él era bueno y los peinó con toda perfección.

Tan contentos estaban que pasaron cerca de dos días sin comer. Más de doce cordones rompieron a fuerza de apretarlos para que el talle se les viera más fino, y se lo pasaban todo el tiempo delante del espejo.    



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