El Baile

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Al día siguiente los dos hermanos fueron al baile, y más tarde Ceniciento también, pero aún más ricamente ataviado que la primera vez. El hijo del rey estuvo constantemente a su lado y diciéndole cosas agradables, nada aburrido estaba ceniciento y olvidó la recomendación de su madrina; de modo que oyó tocar la primera campanada de medianoche cuando creía que no eran ni las once. Se levantó y salió corriendo, ligero como una gacela. El príncipe lo siguió, pero no pudo alcanzarlo; él había dejado caer uno de sus zapatos de cristal que el príncipe recogió con todo cuidado.

Ceniciento llegó a casa sofocado, sin carroza, sin lacayos, con sus viejos harapos, pues no le había quedado de toda su magnificencia sino uno de sus zapatos, igual al que se le había caído.

Preguntaron a los porteros del palacio si habían visto salir a un chico de la realeza; dijeron que no habían visto salir a nadie, salvo un muchacho muy mal vestido que tenía más aspecto de aldeano que de la realeza.



El CenicientoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora