El despacho tiene aguante

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POV Jorge Correa

El viernes por la tarde decidí ir a dejar unos papeles de la cooperativa al convento. Me pareció raro que la puerta de entrada este sin llave y no escuche ningún ruido. Me iba a dirigir hacia la cocina pero una melodía me hechizó los oídos. Esa voz la conocía.

"Muchacha pequeños pies,
no corras más. Quédate hasta el alba.
Sueña un sueño despacito entre mis manos
hasta que por la ventana suba el sol"

Esa canción también la conocía. A veces se la cantaba a Clara cuándo éramos jóvenes. Ella solía tener pesadillas y para calmarla, le tarareaba.

Los sonidos provenían del despacho de la Madre Superiora. Entro sin hacer ruido y me encuentro con la Hermana Clara subida en una escalera acomodando libros en la estantería. Sin hacer ruido, cierro la puerta y me acerco hacia ella. Estaba de espaldas, cantando. Me encantaba y me sigue encantando todo de ella. Tenía una perfecta vista de la parte de sus piernas que no tapa el hábito. Cuantas noches habré soñado con esas extremidades. Me quedé unos segundos callado, quería disfrutar ese momento. Hace mucho no la oía tan feliz y, saber que recordaba nuestra canción, me daba esperanzas.

- Que lindo cantas

- ¿Eh? –Clara se da vuelta y del susto se cae de la escalera-

- ¡Cuidado!

Extiendo los brazos y cae sobre ellos. Su cofia salió volando y tenía todos los pelos en la cara. Aproveche la situación para acurrucarla contra mi cuerpo.

- ¿Estás bien?

- Sí -dice mientras se acomoda la cabellera y alza su vista- Gracias... no me asustes más así

- Perdón, nunca pensé que iba a pasar eso

- Hmm, bueno. ¿Qué haces acá?

- Vine a traer unos papeles y me cautivó tu voz

Su cara se puso roja de vergüenza. Escondió su rostro en mi pecho unos segundos y cuando se separó, posó sus ojos esmeralda en mi boca. Me acerqué para acortar la distancia pero puso su mano en mi boca como signo de precaución.

- Jorge... -dijo sin aliento- No está bien...

- En el amor no hay pecados. Además... caíste rendida a mis brazos –bromeo para tranquilizarla-

- Sí... pero es momento de que me bajes

Accedí a su petición y la bajé con mucho cuidado.

- ¿No hay nadie acá? –dije tratando de romper el hielo-

- No, las hermanas se fueron a un encuentro espiritual por dos días y alguien se tenía que quedar a cuidar el convento.

- ¿Y te dejaron a vos para que cuides y limpies? Que bueno, eh –ironizo-

- Alguien lo tiene que hacer. A ver, dame los papeles que trajiste –dice y extiende su mano-

- Tomá –se los alcanzo pero cuando los agarra no los suelto-

- Jorge, dejá de jugar

Tira un par de veces pero no los iba a soltar.

- ¡Jorge! –ríe y me mira- ¿Qué me miras tanto?

- Sos tan linda cuando me retas y con el pelo suelto –no podía dejar de contemplarla-

- Bueno –baja la vista tímida y le suelto las hojas-

Se fue a sentar en el escritorio para acomodar unos archivos. Pasados unos quince minutos, nadie emitía ninguna palabra. Yo me encontraba sentado en un sillón al lado de la puerta.

Mi versión JorlaraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora