Un bebé suelto en el convento

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Idea original: capítulo 13

POV Clara Anselmo

"No entiendo como alguien puede hacer eso", "No se le puede llamar madre a la persona que hizo esto", "No existen motivos para hacer una cosa así". Hace dos días una joven abandonó un bebé en la puerta de convento. Hace dos días que vivo en el infierno. Las frases que salen de las bocas de las Hermanas me hacen sentir la persona más miserable. Me gustaría explicarles que a veces las personas llegamos a hacer cosas incomprensibles con tal de proteger. A veces hacemos cosas que nos gustaría no haber hecho, pero que en su momento fue la opción más racional. Tal vez no la más acertada, pero la que abarcaba las posibilidades más fructíferas.

Jorge había llegado al convento para avisarnos que el nene se iba a quedar más tiempo de lo previsto. Esperanza lo sostenía en sus brazos y las demás monjas juntaban pañales, leche, ropa y todas las primeras necesidades de la criatura.

- ¿Pensas que se va a quedar por mucho tiempo? –le pregunto a Jorge observando la escena de lejos-

- No lo sé, depende de si encontramos a la madre o de lo que diga el juez de menores.

- Ah –respondo cortante-

- ¿A vos también te molesta como a Genoveva?

- No, no, no es eso

- Hace años que trabajo en esto y nunca logré acostumbrarme a estas cosas

- No prejuzgues, Jorge. Debió tener sus motivos para hacerlo. Además, lo dejó en un lugar en el supo que iba a estar bien

- No puedo creer lo que escucho. Que vos digas esto... no hay motivos para lo que hizo. No hay motivos ni perdón que alcance

- Justamente por eso lo digo. Porque soy una religiosa y debo comprender a los demás. Lo debo comprender como... -me ahogo en mis recuerdos-

- ¿Cómo qué?

- Como si me hubiese pasado a mí –digo sin pensar-

- Bueno, la verdad que yo no puedo entenderlo

Flashback

Y por unos segundos volví a tener 20 años. Volví a estar entre la espada y la pared.

- ¿Segura de lo que haces? –me pregunta la partera-

- No... -sollozo- Pero es lo mejor que le puedo dar

- Está bien –asintió con tristeza-

- ¿Puedo pedirle un último favor?

- Sí

- Quiero verla

- No sé si es buena id...

- Por favor, lo necesito –la interrumpo-

- Bueno

Pasados unos minutos, vuelve a la habitación. En sus manos cargaba a la bebé envuelta en unas frazadas blancas. La deposita suavemente en mis brazos y ahí entendí todo. Mi hija, tan vulnerable y pura. No merecía pagar por mis errores ni vivir mi desgracia. Acaricié su piel pascualina y besé su frente. Ya nada más podía hacer.

- Sí la madre adoptiva lo permite, me gustaría que se llame Julia. ¿Le podes decir ese mensaje?

- Claro –responde la partera- Ya nos tenemos que ir. La están esperando.

- Gracias

Una lágrima recorre mi rostro mientras le doy a mi niña. Me autoconvenso de que pronto me voy a olvidar de todo. De que no haberme encariñado iba a hacer todo más fácil.

Mi versión JorlaraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora