Wasted

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    Caminé un par de cuadras más allá, riéndome. ¿Cómo podían ocurrírsele cosas tan absurdas?  

La vereda  empezó a deshacerse bajo mis pies convirtiéndose en un sendero de tierra con piedras pequeñas.

-Vení, che. Llegamos-me dijo fingiendo acento argentino.

-Venga, pibe, te tenimo' unas chelitas- me llamó Klauz, ofreciéndome una bolsa de papel cuyo contenido ya era parte de mi.
Estábamos en el final de la urbe, ésa muralla pintada, el suelo de tierra y los escombros nos recibían cada noche con los brazos abiertos, era casa. Una de ellas al menos. Pero ese no era mi hogar. El lugar donde vivía (aunque nunca estaba ahí) quedaba a kilómetros de aquí. En un barrio caro, falso, "familias" de pantalla.
Pero mi hogar... mi hogar estaba mucho más lejos. Al sur. En esa casita de campo donde viví mi infancia, la casa de mi abuela, donde me dejaron mis padres para viajar a Cancún, a Río, a Punta Cana, con comodidad, porque yo les era un estorbo. 

La última vez que la vi fue cuando tenía 11, era más cercana a mi que cualquiera. Y me arrancaron vilmente de su seno, porque aún era lo suficientemente pequeño para no oponer resistencia, si no me sacaban en ese entonces, no lo iban a lograr nunca. Nunca me dejaron volver a verla. Cuando me llamaba le mentían diciéndole que yo no quería hablar.
-Lalo...-me devolvió a la realidad la Naty. Al principio no respondí, mi mente estaba allá, muy lejos, con mi mirada perdida. Entonces ella acercó la llama del encendedor al cigarro apagado que tenía entre mis labios, y el humo empezó a brotar formando espesas nubes blancas.


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Abrí los ojos lentamente para ver el cielo, misterioso, oscuro allá arriba, insistiendo que esto estaba mal, nublado, sin ninguna estrella. Me paré despacio, todo mi cuerpo me pesaba, como si estuviera bajo 6 atmósferas de presión y sentía que mi cabeza iba a estallar. Todos los demás seguían regados por el suelo, inconscientes. Apenas me moví Klauz despertó.
-¿Te vas?- susurró para no despertar a la Vale, que dormía entre sus brazos. Asentí, arrepintiéndome inmediatamente de haberlo hecho, me dolía todo.

-Te acompañaría pero... se ve tan linda- la admiró y acarició su pálido rostro que contrastaba con los lentes de marco grueso y el pelo turquesa. Pareja dispareja. La Vale con sus piercings, los pantalones muy abajo, atrayendo todas las miradas de reproche de las señoras y Klauz con su actitud de niño ejemplar, pelo corto, ni una sola perforación, ningún tatuaje, todo para estar en paz con sus padres y así obtener todo lo que quería.
-Da igual, cuídate viejo.
-Tú igual.- Empecé a caminar sintiendo el recoveco del pavimento bajo mis pies. El cuerpo me retumbaba con cada paso. Intentaba direccionar mis pensamientos cuando sentí una respiración agitada y pasos rápidos a mis espaldas. Era la Ami
-Claro ché, venís conmigo y me abandonás después. 
-No... es que creí que te ibas a quedar con el Nando- me reí
-Naa, ese weón ni me pesca... y parece que tú tampoco- se dio la vuelta algo sentida
-Naa, ven.- me acerqué y puse mi brazo alrededor de sus hombros. La besé prolongadamente y seguimos caminando. Era una buena amiga. Me gustaba estar con ella porque nunca hablaba demasiado. 

Nos sentamos en el paradero y la mimé un poco más. Haciéndole cariño y dándole besitos, pero sabía lo que venía. Ella tenía problemas con su papá. Hombre infiel, que nunca le prestó atención, que con eso le dañó la forma de ver a los hombres para siempre. Ella estaba desesperada. Él estaba ciego. 






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