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“¿Dónde estás?"

“Joder, llevo media hora esperando, tío.”

RUBÉN."

RUBIUS."

El móvil del chico vibraba repetidas veces en el pantalón, haciendo caso omiso, el seguía concentrado en el videojuego y lo que decían sus compañeros.

—Venga ya, apaga tu móvil o voy ahora mismo a tu casa a apagarlo yo. —habló Alex.

—Alex, tío, que agresivo. —rieron todos, mientras Rubius cogía el móvil.

Leyó rápidamente los mensajes, los cuales hicieron que saltara y gritara un pequeño “Joder, estoy atrasado”. Pausó inmediatamente el juego, dejando todo tirado, corrió a su habitación en busca de algo que fuera lo suficientemente cómodo para salir con aquella chica.

Se despidió de sus compañeros, con un simple “Adiós, hablamos luego". Salió corriendo, no tenía tiempo para bajar por ascensor, por cual decidió bajar por las escaleras.

¿Quién dijo que era seguro correr por las escaleras?

Rubén estaba en el suelo, tratando de recuperar el aliento y esperando a que se le pasara el dolor en el brazo que se había golpeado.

—Jo, ¿Estás bien? —su “mejor amigo” estaba  al frente de el, con una sonrisa tonta... Una que llevaba tiempo sin ver.

El chico asintió, se levantó junto con la poca dignidad que le quedaba. Al ya estar afuera, caminando hacia el mismo café que había ido hace un par de días, notó algo raro.

Su mejor amigo estaba algo raro.

¿Será que quiere arreglar las cosas?

Sacudió su cabeza, dejando de lado sus pensamientos y cosas que para el, a éstas alturas, eran totalmente imposibles.

Entró al café y examinó a cada persona, hasta a encontrar a la indicada. Sonrió y algo entusiasmado, se acercó a ella.

—Rose... —susurró a su oído, haciendo que la chica saltara del susto.

—Mierda, Rubius... —dijo dándose vuelta para poder recibirlo con un cálido abrazo.

Se miraron y se les escapó una carcajada, se volvieron a abrazar, sin saber porque.

—Basta de cursilerías, querido. —dijo la chica mientras se separaba de el y se sentaba.

—Joder, das buenos abrazos.

—Imagínate como soy besando. —rieron.

Comenzaron a hablar de cualquier cosa que se les viniera a la cabeza, intercambiaban miradas y soltaban una pequeña carcajada cada ves que lo hacían.

—Y bueno, ¿Cómo quieres que te diga? —preguntó la chica, con cierto interés.

El chico suspiró, llevando una de sus manos a la nuca. Tenía una gran duda existencial.

—Joder, no lo sé. —la miró—. Ya sabes, cuando estoy con mi familia me suelen llamar por “Rubén”. —rió—. Pero mis amigos y ex parejas, siempre me dicen Rubius.

Rose sonrió, lo miró directamente a los ojos, se notaba bastante cansado.

—Muy bien, Rubius. —habló ella, aún con interés y con muchas ganas de saber de aquel Youtuber que, hace un par de días, dejó su carrera—. ¿Por qué dejaste YouTube?

La pregunta lo tomó desprevenido y quiso cambiar de tema pero vaya, la chica era bastante insistente.

—No quisiera hablar sobre eso, Rose.

—Rose... —susurró—. ¿Fue por la chica, no?

Se miraron pero esta vez fue Rubius quien apartó la mirada rápidamente. Bufó y comenzó a hablar.

—Ciertamente, estuvo involucrada en mi decisión.

—Vi tu vídeo, a penas la conocías. —hizo una mueca, cosa que le hizo bastante gracia al chico alto.

—No lo entenderás, pues, la chica la pasaba muy mal. No sé que me pasó cuando la vi, en la habitación de aquel hospital y llenos de cortes en sus brazos, con esas ojeras terribles y... Ya sabes.

La chica escondió los brazos y de reojo los miró, aún notando las cicatrices de aquella batalla.

—Oh. —suspiró—. Lo siento muchísimo por la pérdida. En fin, ¿Cómo te enteraste?

—Su madre, al llegar a Madrid me encontró... Lloraba desconsoladamente y pues, yo ya sabía porque. El mundo se me calló encima y salí cagando hostias del hospital, no sabía que hacer.

Rose miró al chico, otra vez, sus ojos estaban cristalizados y se paró inmediatamente y se fue a su lado, limpiando las lágrimas de su cara. No quería verlo llorar, de alguna forma la destruía.

—¿Y tu mejor amigo? —preguntó.

—Volvió, joder, Mangel tiene un hijo y yo ni puta idea. —golpeó la mesa.

—Tranquilo... —susurró mientras lo abrazaba y el chico escondía su cabeza en el cuello de la chica.

Se quedaron así un largo tiempo, hasta que decidieron salir del café e ir a caminar por las calles heladas de Madrid.

—Hey, Rose. —dijo el chico.

—Dime.

—¿Algún día me dirás tu primer nombre?

La chica soltó una pequeña carcajada y negó con total sinceridad.

—Vamos... —suplicó.

—Nop.

—Vale, no te insistiré mucho...

Siguieron caminando en silencio, hasta que Rose lo rompió.

Rompió aquel silencio incómodo que se había generado sin alguna razón.

—¿Por qué no vuelves a YouTube?

El chico se tensó y no quiso decir, ni responder nada.

—Vamos, yo miraba tus vídeos y siguen bastante buenos. —se le escapó una sonrisa—. Bueno, creo que no merezco llamarme una criaturita del señor pero... Me gustaban mucho tus vídeos.

—¿En serio? —Rubén la miró, con cierta inquietud—. No quiero volver, aún no... Quiero arreglar algunas cosas y en un futuro, tal vez, vuelva.

Ella sonrió, lo estaba logrando. Siguierom caminando y el silencio se volvió a generar, aunque no era incómodo y para decir verdad, los chicos lo estaban disfrutando. Cada uno atrapado por sus pensamientos, quien sabe que cosas se les pasaba por la cabeza en ese momento. Un auto se detuvo a su lado, bajó el vidrio, dejando ver solo una cámara que pronto encendió el flash.

—¿Qué cojones? —preguntó la chica molesta.

Al ya tener la foto, el auto salió andando a su máxima velocidad.

—Saldremos en alguna revista, de seguro. —bufó el chico, también molesto.

—Te pasa por ser tan conocido, maldito famoso.

Rieron y se volvieron a abrazar, como nunca antes.

—No soy de decir estas cosas, Rubius. —dijo la chica a su oído—. A penas nos conocemos y...

—¿Y...? —la interrumpió.

—Tengo la necesidad de protegerte, joder. —habló con toda sinceridad—. Te quiero, aunque sea muy pronto.

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Al despertar. {rdg}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora