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La semana se había pasado muy rápido, el acuerdo era que Rubén iría solo cinco días a estar en Madrid. Nada más ni nada menos que cinco días.

—Seis... —dijo él—. Ya está, no te pido más.

—Cinco. —negó la madre—. Además ya te compramos los pasajes.

—¡Pero se pueden cambiar! —bufó el chico, tomando sus maletas y saliendo de casa—.

La mujer lo siguió, por más que quería a su hijo algunas veces la sacaba de casilla. Cosa que le molestaba pero de alguna u otra forma ella, tenía que entender que su pequeño se había enamorado por primera vez. Estaba en una etapa díficil pero a la vez linda.

—¿A dónde vas solo? —rió por detrás—. Dudo que camines más de cien kilómetros a la ciudad.

—Llamaré a un taxi.

—Anda cariño, que tú eres tonto. Yo te iré a dejar.

—Vale, apresúrate. Llegaremos tarde.

La mujer entró corriendo dentro de casa, cogiendo su cartera y las llaves del auto. Al subir, comenzó a manejar. Todo iba en completo silencio, realmente incómodo.

—Mamá, sé que aún no entiendas tod...

—Calla hijo... —suspiró la mujer—. Tal vez no entiendo pero ya tendrás tiempo de explicarme todo cuando vengas de vuelta, ¿Sí?

El chico respondió sorprendido por la actitud de su madre, era tan comprensiva como siempre. Sonrió aliviado y se dejó llevar por la música aleatoria que pasaban por la radio. Todo esto era tan diferente para él, era nuevo en esto del amor. Era un novato y no hace mucho que le daban asco los besos y tener novia. Siempre estaba centrado en sus videojuegos y la música. Esa era su vida. Pero cambió todo al ver esa chica, el quería protegerla.

—Cariño, hemos llegado... —miró a su madre sorprendido—. Has estado todo el viaje mirando por la ventana... ¿Estás bien?

Él asintió no muy convencido, tomó su bolso, se despidió de su madre y fue a coger el avión. Al ya estar dentro se acomodó en su asiento y miró a su lado, una señora se sentó a su lado y le sonrió.

—¿Viajas solo? —le preguntó al chico que miraba por la ventana—.

El asintió y volvió su vista a la pequeña ventana que tenía a su lado, suspiró queriendo estar ya en Madrid. No entendía como pasó todo, pero él se había enamorado. Cerró los ojos esperando quedarse dormido, pero no lo lograba. Miro a su lado y se encontró con la señora leyendo, estaba realmente aburrido así que se acercó un poco más y comenzó a leer lo que alcanzaba. La mujer notando las intenciones del chico, acercó más el libro hacia él.

—¿Te gusta leer? —preguntó ella, riendo—.

—No. —negó el chico sonrojado—. Solo estoy un poco aburrido y no tengo nada que hacer...

—Oh, claro... -asintió la mujer—. Los chicos de ahora solo están frente a la pantalla.

—¿Habla sobre los videojuegos y eso? —el chico miró a la señora, ya mayor—.

—Supongo... —la mujer rió sin entender sobre los videojuegos que hablaba el chico—. ¿Cuál es tú nombre?

—Rubén...

—¿Qué haces viajando solo? —la mujer lo miró con intriga—.

Rubén volvió la vista a la mujer, que con intriga esperaba una respuesta. Suspiró, él creía que si le contaba la verdad lo iba a tomar por loco o quizás, decirle que es muy joven para enamorarse.

—Solo vine a ver unos amigos... —volvió su vista a la ventana nervioso, todavía no obtenía una respuesta pero mientras tanto aprovechó de cerrar los ojos y poder dormir—.

. . .

—Rubén... —habló una mujer a su oído—. Ya hemos llegado...

—¿Eh? —el chico miro a su alrededor y solo se encontró con personas bajando del avión—. Oh, sí...

Se levantó de su asiento, cogiendo el bolso que tenía a su lado. Salió del avión nervioso, finalmente iba a ver a su chica. La pelirroja que tanto quería, la estaba esperando con ansias afuera.

—Rose... —Rubén corrió abriendo los brazos para resivir a su chica—. Te he extrañado tanto...

—Rubén... —la chica se reía mientras abrazaba a su novio—. M-me ahogas...

—Oh... —se separó de ella con una sonrisa que no se la podía sacar nadie—. Lo siento.

—No te preocupes hombre... —la chica golpeó su hombro suavemente—. Ya vamos, mi madre estará muy feliz de verte.

. . .

Rubén se despertó sudando, miró todo su alrededor, adaptandose a la realidad. «Todo fue un sueño.» pensó él, miró a su lado y la señora seguía leyendo. Su corazón estaba a mil por hora, todavía no se adaptaba a la realidad, para él todo fue tan real. Podía sentir sus brazos alrededor de su cuello, pudo imaginar su risa. Suspiró pasando sus manos por su cabello, aún nervioso y sin saber el porque del sueño, se levantó de su asiento y fue directamente a los baños. Mojó su cara y se la secó rápidamente, se miró al espejo y pudo notar una lágrima que caía de uno de sus ojos.

—No llores, no llores... —se repitió aún mirando su reflejo—.

Salió del estrecho baño, volviendo a su lugar. No pudo volver a dormir, tampoco quería, así que solo tomó asiento y miró por la ventana. Imaginaba su risa, su olor, sus abrazos, su sonrisa, sus ojos, su cintura, su pelo. Rubén sonrió inconsientemente, volviendo a la realidad.

—Rose... —susurró—.

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Al despertar. {rdg}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora