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La familia ya había llegado a Madrid, el chico salió a caminar por la calles frías, estaban en pleno invierno y no podía hacer nada. Tan aburrido como siempre, hundido en sus pensamientos el chico chocó con una chica de quince años, obviamente menor que él.

—Oh lo siento. —dijo ella, cogiendo sus cosas que habían quedado en el suelo—.

Rubén asintió y miró la chica, era muy linda. Pero algo la hacia diferente. Los dos siguieron su camino, eran unos completos desconocidos y realmente a ninguno le iba importar chocar con alguien, que solo la verás una vez en tu vida. Rubén pisó algo que estaba en el suelo, una pulsera verde estaba bajo de sus zapatos. El chico tomó la pulsera y se la puso en la muñeca, tendría un recuerdo de la chica que había encontrado bonita. Desde ese día la chica no podía sacarse al niño desconocido, como lo había titulado ella. El chico seguía con su vida, como cualquier otro. Pero con la diferencia que éste tenía pensamientos diferentes, algo que lo hacia especial. Concentrado en un punto fijo, la madre le hablaba de su tía; la cual estaba enferma pero a él no le importaba en lo más mínimos ya que, la había visto una o dos veces en su vida.

—Y bueno, volveremos a Noruega.

La madre terminó de hablar, a Rubén le llamó atención lo último que ha dicho la mujer, cosa que le puso muy feliz. No soportaba estar encerrado en cuatro paredes, sin hacer nada. Lo que nadie sabía en ese entonces, era que aquel chico no podía dejar de pensar en ella.

(***)

La familia había pospuesto el viaje para una semana más, la tía del chico estaba realmente enferma y la mujer estaba muy preocupada. Ese día, Rubén, tuvo que ir al hospital solo, ya que cuando pasó todo ésto, él estaba en casa de uno de sus amigos. "Habitación 455". Se repetía el chico cada segundo, buscando la habitación donde supuestamente estaba su mamá con su tía. Al llegar, abrió la puerta lentamente, pero, no estaba ni su madre ni su tía. Había una chica, a su lado estaba una mujer de unos cuarenta años. Ella lloraba como si no hubiera mañana.

—P-perdón... —habló el chico, observando la escena—.  Me he equivocado.

La mujer que estaba al lado de la chica, miró a Rubén y sonrió apenada.

—No te preocupes... —dijo ella—. Creo que hubo un error y...

El chico no dejaba de observar a ella, sí, era la misma que vio aquel día.

Al despertar. {rdg}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora