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Todos los intentos eran estúpidos en este momento, el chico pedía de rodillas quedarse en Madrid un tiempo más, pero su madre y su padrastro se negaban rotundamente. La excusa del día era Me ha gustado mucho Madrid, ¿Nos podemos quedar?. Finalmente al ya estar en el aeropuerto, cogiendo las maletas, él iba nervioso, tratando de pensar alguna que otra excusa para quedarse más tiempo.

-Mamá... -habló el chico a las espaldas de la mujer-. ¿Puedo decirte la verdad?

-¿Qué verdad, hijo? -se giró, encontrandose con el niño casi llorando-.

-El por qué me quiero quedar aquí... -susurró-.

-Claro, solo tienes quince minutos para contarme todo. -respondió la madre-.

El chico suspiró, era muy difícil contarle todo lo que ha pasado en tan poco tiempo, era difícil aceptar que él se había enamorado en tan poco tiempo.

-Me enamoré de una chica, ella... -habló apenas audible-. Rose es muy especial para mí... Es diferente a las demás, muy diferente.

La mujer sin saber que decir, cogió la mano del chico que tenía a su lado y la acarició lentamente. Todo esto era difícil de entender, pero claramente, él se había enamorado.

-No sé que decir... -murmuró la madre-. Tendremos que ir a Noruega quieras o no...

-Pero mamá... -la primera lágrima salió-.

-No me has dejado terminar. -suspiró-. Iremos a Noruegas, estarás una semana y volverás a España.

El chico levantó la vista, con los ojos iluminados. Saltó a los brazos de la mujer, con felicidad. Ya era hora de abordar el avión, ya tenían todo listo. Con una sonrisa, él, se subió al avión. Pensando en que todo iría bien esta semana, corta pero a la vez larga semana.

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Al despertar. {rdg}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora