Capítulo IV.

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Los minutos avanzaban, y con ellos, se extinguían las vidas de la azabache y el peli plata. En eso de una hora, el sol surgiría por el horizonte y ya no habría vuelta atrás.

—Pero... eso es una locura, Kouga-kun.

El muchacho le hablaba con algo de preocupación a un hombre, de largos cabellos negros y ojos celestes, quien mantenía la vista perdida en la figura de una cabaña, no muy lejos de ahí.

—Losé, Yang. Pero... es la única alternativa que nos da esa mujer —dijo el hombre tras unos segundos, con algo de rabia y angustia.

Con un suspiro, el muchacho dejó caer sus hombros y comenzó a pensar en la mejor forma de plantear la situación a su hermanita Yin, pero... ¿e Inna? Sabía que comprendería los sucesos con la mente fría, sin embargo, ¿y su corazón qué? Una niña tan pequeña no debería atravesar tales cosas.

—Ya duerme, Inna.

La joven pelinegra, Yin, se acercó a la pequeña peli plata que permanecía sentada sobre su cama con el entrecejo fruncido, gruñendo de vez en cuando.

—¡No! —gruñó—. ¡¿Qué es lo que ocurre?! ¡¿Cómo están mamá y papá?!... ¡Responde, Yin! —Le gritó, sin pizca de paciencia.

Aquel arrebato recordó a Yin todas las veces en que su padre gruñía deforma demasiado similar.

—Yo...

Ocultando su mirada empañada tras su flequillo, no logró contener las lágrimas llenas de impotencia que aquel día había acumulado. El dolor en su pecho era demasiado.


POV. Kagome.

Un nuevo día llegó y abrí mis ojos con lentitud. Sí, el día anterior había sido horrible. Discutir con Inuyasha siempre me agotaba más allá de lo soportable. Pero, debía ver el futuro con esperanza... eso, o quedarme en la cálida tentación que era mi cama.

De repente tuve una extraña revelación; no me había cubierto al acostarme.

—Qué raro —susurré a la nada, sentándome con una molesta opresión en el pecho.

Gire el rostro observando mi habitación, hasta que mis ojos dieron con los brillantes números rojos del reloj despertador. Tras un salto, me dirigí corriendo a la ducha.

Una vez limpia y vestida, baje a la cocina preguntándome por el idiota de mi primo, cuando le vi... para mi sorpresa, sirviendo el desayuno. No podía recordar la última vez que él había hecho algo semejante.

Y volví a tener una revelación estremecedora; el día anterior debió afectarle.

—Bu-buenos días —saludé, algo titubeante.

¿Cómo debía actuar después de la discusión nada agradable?

Él dio un brinco antes de voltear con brusquedad hacia mi, la sorpresa reflejándose en su mirada, antes de que sus mejillas se tiñeran y me diera la espalda nuevamente. Sobra decir que me sentí más que confundida.

—Buenos días —respondió en un murmullo.

Di algunos pasos acercándome a la mesa, y me tense de golpe. ¡Doble wow! Inuyasha había preparado chocolate caliente, tostadas y ensalada de frutas. Tratando de no pensar en la razón de su repentino actuar, me senté en mi lugar habitual y vi hacia donde él bebía de su taza sin mirarme. Mi mirada rápidamente cayo en la vajilla limpia sobre el fregadero. ¡¿Inuyasha lavó la vajilla?!

Trate de dejar mi sorpresa, y no sobre-analizar la situación. Que hiciera algún quehacer y sirviera el desayuno no lo libraba de nuestra fuerte discusión. Y aunque una parte de mi sólo quería olvidar ese día, la otra hervía a fuego lento.

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⏰ Última actualización: Aug 21, 2016 ⏰

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