Capítulo I.

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El murmullo del viento entre las altas ramas de los árboles, el alegre y dulce canto de las aves, los pequeños animales correteando por los campos. Aquel hermoso paisaje, envolvía a un hombre que se paseaba entre la espesura. Sus largos cabellos plata danzaban con la suave brisa. Sus pies descalzos pisaban el fresco césped. Un traje rojo le cubría y en su cabeza, dos orejas de perro se asomaban atentas.

Camino por lo que parecieron largos minutos hasta detenerse frente a un arroyo. Se inclinó en el borde, donde las aguas avanzaban a un ritmo lento e hipnotizante. Un atisbo de reflejo. Ojos de color ámbar. Salvaje ámbar.

¡PiiPiiPiiPii...!

El potente pitido del reloj despertador, se apoderó de la habitación en penumbras. Una mano se escurrió entre las arrugadas mantas de la cama hacia el molesto aparato y con un golpe le detuvo, casi destrozandolo.

—¡Maldito despertador! —berreó el chico, restregando sus cortos cabellos ébano mientras se asomaba.

La leve luz entrante entre las cortinas rojo oscuro, molesto su visión, y con fastidio, se ocultó nuevamente en la deforme masa sobre la cama.

Pocos minutos después, la puerta se abrió dando paso a una joven de largos cabellos azabache y risueños ojos chocolate. Con sus puños en las caderas, le observó ceñuda. Vestía una falda marrón y una blusa blanca lista para la escuela, mientras que él aún se acurrucaba entre las mantas.

—Inuyasha, se te hará tarde para la escuela. —Le hablo, siendo ignorada—. Como gustes. —Sujeto con fuerza las mantas que le cubrían y de un tirón las arrancó de encima.

—¡Kagome! —gruñó él—. ¡¿Por qué siempre lo mismo?!

Se sentó finalmente. Tan solo llevaba puestos sus boxers, pero ninguno de los dos obvio en aquel detalle.

—¡Levántate! —Ella le lanzó el uniforme en pleno rostro.

—¡Bruja! —gritó él, cuando esta se dirigía a la puerta y volvió a recostarse haciendo a un lado las ropas.

—¡No alcanzarás a desayunar! —Él no le presto atención y ella salió ofuscada de aquella habitación.

Eso de una hora después, en el salón 3-A de la secundaria, Inuyasha sintió como se retorcía su vientre, y un segundo después con un gruñido feroz su estomago le recordó el preciado alimento que necesitaba.

—¡Diablos! —Se quejó.

—Eso te ganas por no levantarte cuando debes —canturreo la azabache, quien precisamente se sentaba frente a él, y medio volteo al oír el rugido.

—Bruja. —Ella se enderezo viendo al frente—. Eso me gano por vivir con una bruja.

—¡Idiota! —Le gritó con molestia.

Él tenía la fea costumbre de llamarle de esa manera, que claro, le disgustaba.

Minutos después, el maestro Ootoshi continuaba sin aparecer. Hace casi media hora que había comenzado la clase, y ni luces de su presencia.

—Kagome, ¿y si le ocurrió algo al señor Ootoshi? —preguntó una menuda pelirroja a la joven azabache, sentada a su derecha.

—Descuida Miki, seguramente tuvo alguna emergencia —intentó calmarla.

Así como una buena cantidad de chicas, una de las amigas de Kagome, Miki Takeda, estaba enamorada de Takeru Ootoshi. El joven y apuesto maestro de historia. Claro, el enamorada es una exageración. Al igual que Inuyasha, Ootoshi es un joven apuesto y atlético, por lo que las muchachas lógicamente se vuelven locas por ellos.

Volver a vivir (Inuyasha)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora