SIN EXCUSAS

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Al llegar a mi casa llegué bien. Era algo raro, pero me puse a pensar y no tanto, ya que pues había acabado de rechazar mi primer intento de suicidio, si, primer. Pero obviamente no estaba feliz, ¿cómo iba a estar feliz? Sólo alegre. En parte agradecí a Kailee por haberme llamado, sentí que le importaba y así era. También como ella misma fue quien me acompañó al funeral de Jeison, pues le tenía gran cariño. Y ella a mi, y no sólo por darle un buen cumpleaños.

A veces me ponía a pensar, y al mismo tiemoo escuchar muisca. La musica me mueve el alma más que nada. Me subía a los árboles de mi casa a pensar lo primero que se me viniese a la mente. Sea bueno o malo. Y esta vez fue casi como especial. Porque me puse a pensar en todo lo que me había pasado y quizá en lo que me faltaba y si, me faltaba. Pero más que todo en ese intento de suicidio fallido. Agradecía a la música, a mi sobrina, a mi familia y Kailee por llamarme luego. Ella empezaba a ser muy importante para mi. Y pensé en como realmente fue que planeó este ser sin mente, o con mente pero estupefacta y sin sentido, es decir. Yo. ¿como quise matarme? Y si fallaba, y si sí moría y nadie me recordaba. Porque eso era lo que me preocupaba, no ser recordado.

Sentado en una rama a escasos tres metros del suelo. Mirándome a mi mismo pero sin necesidad de espejo, sólo quería buscar en mi alma que era, y quien era. Claro, un ser humano. Pero esa no era la repuesta que quería.

Como comúnmente iba al colegio, en moto. Manejaba despacio, porque sinceramente no tenía ganas de ir por allá y mucho menos de morir porque yo no quisiera. Siempre tuve ese sentimiento de que si muero, que sea por mi mismo. Pero queriendo, no sin querer. Manejaba con audífonos, escuchando música a todo volumen, pero eso no me quitaba concentración. Antes me mantenía despierto. "The Unforgiven" de Metallica era una canción muy genial y más sus continuaciones, 2 y 3. Las escuchaba todos los días que iba al colegio.

En Junio de ese mes, decidí entrar en un grupo juvenil de la Iglesia, para ver cuántos amigos podría hacer allí. Participaban muchos jóvenes pero sólo con pocos me hablaba y los demás ni los conocía. Pero otro de los motivos que tenía para permanecer allí era que Kailee estaba en eso. Entonces así me sentía querido en un gran grupo. Nos reuniamos cada semana, ese fue el acuerdo y que al final del año haríamos una integración a las afueras del departamento.
Y fue allí donde mejoró mi amistad con Kailee, si, ya la consideraba una amiga.

-Hola -Me habló muy tierna. -¿cómo estás?
-Hola, bien. ¿y tú? -Le respondí con amabilidad.
-Bien, genial.
-Me alegra mucho.
-¿por qué? -Preguntó extrañada. -¿por qué te alegra?
-Me importas Kei. Me alegra que estés bien.

Cuando le decía "Kei" era de cariño y mucho. La quería mucho. Hablar con ella me alegraba, me hacía sentir bien.

-Ayy -dijo y se sonrojó.
-¿yo te importo?
-Claro que si.

En ese momento la abracé y le di un beso en la mejilla. Su altura era perfecta para besarla en la frente, así que también le di uno allí. Así le transmitía lo cuánto valía para mi y la quería cuidar.

Y se sonrojó más. Hasta que empecé a hacerle cosquillas y se enojó un poco. Pero todo era molestando.

Se acercaba mi cumpleaños. Otra fecha más. O más bien otra fecha más que sabía que sería horrenda, pero esta vez no fue así. Después de tanto tiempo había vuelto a tener un buen cumpleaños. Y el hecho de esto fue la presencia de nadie. Nadie se acordó de mi. Y eso fue lo mejor porque ya estaba preparado para ello. La primera vez que quise prepararme y funcionó. Eso me alegró tanto. Y aunque era malo para era bueno. Bueno que aprendiera a no valer nada para nadie y vivir así, relajado.
El día transcurrió como cualquier otro. Jugué Xbox y me acosté a dormir temprano. Dormí bien y al otro día amanecí perfecto.

En El Fondo De La OscuridadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora