Capítulo 13.

97 8 6
                                    

Una bomba. Mi cabeza es una bomba a punto de explotar, sin medida. 

Parece que el dolor jamás cesará del todo, porque continúa taladrando mi cráneo con ímpetu y constancia, aprieto mis ojos mientras mis manos se cierran en tensos puños, no puedo soportar lo inevitable. Mi cuerpo es una dura masa que yace sin vida, mis costillas, mi rostro, y demás partes lastiman cada vez que respiro. 

Mis párpados pesan por el cansancio, mientras se adaptan a una pequeña lámpara que transmite con su luz con debilidad, casi puede tocar mis pies. Estoy tirado en el suelo sosteniendo mi peso sobre la pared, me incorporo en un impulso pero mi cadera lo lamenta de inmediato, cuando una punzada impresionante me transmite mi incapacidad que es necesario que aguante la respiración por un momento para recuperar las pocas fuerzas que me quedan. 

Gimo en respuesta. 

Analizo cada espacio a mi alrededor, y todo parece tan extraño a mi. Me encuentro entre cuatro paredes aislado del resto del mundo, con suciedad por doquier, una silla rota frente a mi al otro extremo de la pared. Un escalofrío recorre mi espina dorsal cuando un ligero movimiento toca mi mano con la piel caliente, que provoca un susto espontáneo aunque al mirar, la razón es debido a una rata. 

Sacudo mi mano pero ambas están atadas con una cinta, detrás de mi espalda. Repito el proceso como un lunático esta vez, sólo que no es suficiente. 

Odio a esos jodidos animales con suciedad por doquier, odio estar en este lugar desahuciado y recóndito de la Tierra. Término por optar a levantarme sobre mis piernas con cuidado, lo intento varias veces sin lograr nada en concreto, hasta gritar de frustración. 

Me impulso de nuevo sobre la pared haciendo palanca con ella y mis pies, al final, lo logro. Tengo otro dolor indescriptible en mi espalda, sé que cae sangre por mi boca por el sabor agrio al tragar saliva. 

Dios, esto no pinta nada bueno. 

Coloco mi cabeza sobre la pared y respiro airadas veces y así poder recobrar mis fuerzas, este lugar de mala muerte huele tan asqueroso que me provoca unas nauseas tremendas de vomitar. El olor es similar al cuerpo de un perro abandonado y en descomposición, realmente el sólo hecho de pensarlo me provoca unas arcadas terribles. 

Cierro mis ojos y visualizo cualquier cosa que me haga olvidar en donde estoy encerrado, además de intentar calmarme a mi mismo. De pronto, centro mi atención en las voces que se escuchan del otro lado de la puerta. Acerco mi figura hacia ese pedazo de madera. 

—¡Callate!, sabes que no podemos levantar sospechas —advierte. 

—¿Y quién va a darme mi dinero? —sentencia con autoridad —Ambos estamos haciendo el trabajo sucio, y el cabron sigue sin dar señales de humo. Mis servicios no son un negocio. 

—Somos sus cómplices ahora, y si te atreves a quemarlo, nos quemamos todos—aconseja usando sus cartas a su favor. 

Escaneo la habitación buscando una salida, pero estas paredes son escalofriantes con el simple hecho de mirarlas. La pintura se desprende demostrando el poco cuidado que podría tener, aunque la estadía y la oscuridad asustan demasiado, nadie ocuparía sus ganas para mejorar el lugar. 

—¿Y qué haremos con el chico? —pregunta ansioso de saber la respuesta, eso levanta mis alertas provocando que mi corazón de un vuelco tremendo. 

Sin previo aviso empujan la puerta limitando mi oportunidad de retroceder, por lo que caigo al suelo casi llegando al otro extremo de la pared, gimo de dolor cuando todas mis extremidades se lamentan, y además una punzada arde en mi omoplato izquierdo. Intento moverlo con delicadeza, sin embargo, esta rígido y al mismo tiempo se siente algo duro incrustado en el. 

Exquisita Seducción©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora