Capítulo 6

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"El que siembra vientos, recoge tempestades"

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Sin saber que hacer, sentir o pensar, alzo las manos hacia el cielo, pidiendo clemencia a Dios, no entiendo porque tiene que comportarse de esa manera tan abrupta, no entiendo porque tuvimos que discutir y sobre todo no entiendo porque lo hicimos.

Me ha dejado más confundida de lo que ya me encontraba.

Esto es ridículo, estamos creando una brecha en nuestra amistad por alguien sin argumentos a tratar, quien no conocemos y hasta ahora no tiene un valor significativo.

Por ahora.

Resignada a su manera de pensar decido olvidar mis penas bajo el agua corriendo por mi cuerpo, eso siempre logra hacer que reflexione, además me ayudara a despertar del todo.

Antes de llegar a este lugar, hicimos la promesa de recorrer cada centímetro cuadrado, metros a la redonda llevándonos así una experiencia duradera para ambos, pero por mi incapacidad de pedir disculpas el plan ha sido truncado.

No se que es lo que me pasa, pero cada vez que cometo un error lo reconozco, sin embargo parece ser que mi cerebro, labios y mis pensamientos no coordinan en el momento justo, todo el tiempo, la mayoría de los años recorridos en mi vida, es un defecto que me cuesta trabajo superar.

Dejo a un lado, en su lugar correspondiente la ropa que he dejado atrás, sumergiendo mi cabeza bajo la ducha, cerrando un segundo mis párpados, olvidando fragmentos inconclusos atrapados justo ahora.

Disfruto la sensación del agua fría bajando por mis poros, pero mi momento de concentración pierde su objetivo cuando suena el timbre de mi móvil.

Apago la llave de inmediato, envolviendome en la toalla más cercana a mi, me acerco a la sala, buscando mi bandolera escondida en ninguna parte.

El sonido sigue aullando y yo no encuentro lo que llama por mi atención, un pensamiento me hace reaccionar cuando imagino si en mi remota esperanza podría ser Nicholas.

Una pizca de alivio recorre mi espina dorsal, rebuscó entre los cojines con ímpetu que cuando lo obtengo entre mis manos, apuntó de tocar la tecla contestar, termina la llamada.

Incluso esa pizca de esperanza, se convierte en cambio por una de desilusión apagando mis ganas, pisoteadas por el remordimiento.

Es un número desconocido.

Normalmente llamaría cualquiera de los dos, pidiendo disculpas por la pena, esta vez es diferente, no ha llamado él y aunque yo tengo el deseo de escuchar su voz para tragarme mi orgullo, y aceptar mis defectos, no lo intento sabiendo que quizá necesitamos tiempo para pensar.

Conclusión: soy un desastre.

Me dirijo al armario aún sosteniendo la diminuta prenda, busco algo que usar, mi vista se instala fuera de la ventana palpando el clima humedo bajo el duro sol y opto por escoger una blusa de tres cuartos color blanco y unos pantalones cortos muy conocidos por ser un overol, este es especial, lleva una tela muy peculiar, bordada con pequeñas flores, difuminadas entre rosa pálido y lila oscuro, en resumen el fondo de la misma es azul claro, el color favorito de Mamá.

El hecho de mencionarla me hace morderme el labio, reteniendo mis lágrimas atrapadas bajo mis ojos, me hace echarla de menos, cada día es peor que el anterior, cada día he aprendido a vivir con el dolor, cada día me lamento por todo y a la vez por nada.

Exquisita Seducción©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora