Capítulo 3, Alma

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Estaban "todos" de pie, formando un semicírculo. Tan solo la mitad de los artistas o empleados más conocidos se encontraba allí. Puede que menos. Kuro no estaba de humor para contarlas, probablemente rondarían las quince. Faltaban todos los acróbatas, gran parte del equipo de preparación para entrar en escena y algún que otro tipo como Xiao que probablemente había alegado algo como "El tiempo es dinero" cuando le habían avisado de la reunión de emergencia.

Y Oliver llegó con el mocoso. A Kuro aquello le resultaba aburrido. ¿A quién le importaba que hubiera llegado un mocoso al circo? Desde luego no a él. Pero aun así había sido obligado a quedarse en aquella reunión improvisada por culpa de Luciano. Quería irse a leer algo o a escribir. Pero tenía que estar perdiendo el tiempo con un montón de idiotas a los que no soportaba.

Al menos los fantasmas no cuchicheaban como marujas, pensó queriendo volver a la casa del terror que ya había sido desmantelada y guardada en la caravana de transporte.

—Siento la demora —dijo Oliver con una de sus molestas sonrisas.

Kuro miró a su alrededor buscando algo que lo distrajera. No hubo suerte.

—Awww, qué niño tan adorable —exclamó el que Kuro dio por sentado que era Loki.

Loki, el adivino, o más bien el que maldecía a los clientes que llegaban. Nunca daba una predicción que no acabara en la mutilación o muerte del cliente. Aunque era divertido ver que muchos escogían su atracción pensando que era completamente inocua a diferencia del resto del circo.

Loki dio un paso al frente, dispuesto a abrazar al mocoso. Pero fue detenido por Markell, un rubio con aspecto desaseado y barba de tres días que tenía un pitillo en la boca.

No era un secreto que Loki solía acosar a Markell. Nunca les había prestado demasiada atención, pero estaba bastante seguro de que no era un afecto particularmente correspondido. Markell se encargaba de la seguridad en el circo, un trabajo un tanto inútil si se analizaba fríamente. Las únicas personas que necesitaban protección eran los clientes y normalmente el trabajo de los empleados era acabar con ellos.

—Vayamos al grano, Oliver. Enseña el contrato del niño —dijo Luciano.

Kuro miró al italiano sin cambiar la expresión de su rostro. Era molesto cuando Luciano se comportaba como un líder. Nadie lo veía de esa forma. Era débil, uno de los empleados más débiles de todo el circo, su única habilidad era su velocidad. Al menos Kuro agradecía que estuviera haciendo las peticiones adecuadas y que no se fuera por las ramas.

—Twain, ¿podrías dejar que todos vieran el papel que llevas en la mano? —preguntó Oliver con tono empalagoso.

Entonces Kuro se fijó por primera vez en el niño. En el ajado peluche que sostenía y en esos ojos grises que parecían ocultar algo más que una vida dura.

El niño le devolvió la mirada. La sombra de una sonrisa pareció posarse en los labios del mocoso, como si supiera algo que él desconocía. Aquello no le gustó pero no dijo nada. Kuro era el tipo de persona que dejaría morir a los demás en una novela de terror si no eran capaces de descubrir al asesino por sí mismos.

—¡Aquí estoy! —exclamó una voz uniéndose al círculo de personas.

Flavio, el hermano de Luciano. Solía encargarse de remendar trajes e incluso de diseñarlos, aunque su trabajo solía estar bastante limitado dado que el propio circo entregaba el traje para la actuación. Normalmente solía ayudarle Bernard, el cocinero principal de la troupe.

Luciano alzó una ceja. Su relación con Flavio era un tanto extraña y complicada. Lo odiaba, pero aun así no solía dejar que nadie, que no fuera él mismo, le hiciera año. Parecía algo habitual en los hermanos del circo, Matt y Allen se comportaban de la misma forma en ese sentido.

Welcome to the Night CircusDonde viven las historias. Descúbrelo ahora