Capítulo 9, Sabiduría

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Una noche tranquila para meditar y leer. Una noche tal y como le gustaban a Gilen.

Reprimió un suspiro de placer y pasó la página del libro que estaba leyendo, uno de aquellos tomos sobre las leyendas del rey Arturo que tanto le gustaban.

Un estruendo lo sacó de su ensimismamiento.

Se levantó dejando el libro sobre una mesita de madera y se fijó por primera vez, en más de dos horas, en su entorno.

El interior de su caravana era bastante sobrio. El único tipo de decoración con el que contaba eran las estanterías llenas de libros que cubrían por completo todas las paredes. A su lado, había una butaca que usaba para leer, junto a la mesita sobre la que dejaba sus lecturas recientes.

En distintas zonas del suelo se alzaban distintas pilas de libros que, o bien aún tenía que leer, o simplemente no podía guardar por falta de espacio.

En algún lugar bajo aquellas pilas de libros se encontraba, si no se había derretido o esfumado, su cama de mantas grises que usaba más bien poco, dada su mala costumbre de dormirse en la butaca.

Una lámpara que emitía una luz blanquecina colgaba del techo, iluminando la estancia por sí sola por la ausencia de ventanas habitual en todos aquellos vehículos.

Se alisó la túnica negra que llevaba a modo de hábito. Aquella era su ropa habitual cuando no debía llevar el esmoquin de su número. Era sencillo, humilde. Justo como le gustaba.

Se acercó a la puerta de la caravana y la abrió. Una densa niebla ocultaba gran parte del suelo, haciendo que por un momento se preguntara si estaban sobre las nubes o en tierra firme.

A pocos metros, sentado en la puerta de otra caravana, se encontraba su hermano menor. Parecía somnoliento y sorprendido. Lo primero era bastante normal en él. Lo segundo también si se tenían en cuenta la regularidad con la que le gastaban bromas mientras dormía.

Lutz, su hermano, era de las pocas personas capaces de sacar al tranquilo y apacible Gilen de sus casillas. Siempre parecía estar durmiendo y huyendo de sus responsabilidades, haciendo que su cuota fuera subiendo más y más con el tiempo. Aquello implicaba que aunque Gilen consiguiera cumplir su cuota algún día, Lutz tendría que quedarse en el circo por ser un vago bueno para nada.

Y Gilen no podía irse sin Lutz. Por mucho que Lutz fuera un vago al que le gritaba con regularidad, era su hermano pequeño. No podía simplemente dejar aquel lugar y dejarlo atrás sabiendo que nunca volvería a verlo.

Escuchó a Luciano quejarse a pocos pasos.

Aquel tipo le caía francamente mal. Era arrogante, mandón y, además, un pervertido sádico. Todo lo opuesto a los caballeros sobre los que Gilen adoraba leer. Para rematar se metía a diario con su hermano como si tuviera algún tipo de obsesión con él. Aunque sus pasatiempos cambiaban si podía usar métodos menos ortodoxos si era posible con alguna cliente rezagada.

De todos modos, dejando de lado aquello. ¿De dónde había salido esa niebla tan espesa que parecía estar aún en movimiento?

No solo la niebla había aparecido desde la última vez que había dejado su caravana hacía unas horas. La temperatura ambiental se había visto reducida considerablemente y un gélido viento soplaba en el campamento improvisado.

Siguiendo el ciclo de estaciones, estaban en primavera. El tiempo no debería ser tan frío en aquella época del año.

Miró hacia el cielo. Las nubes cubrían parte de la luna y comenzaban a tapar el resto del cielo como el telón de un teatro.

Welcome to the Night CircusDonde viven las historias. Descúbrelo ahora